LA BELLA VIOLETA

14 abril, 2022
Romeo y Julieta de Bert Hardy

En esta pequeña ciudad industrial a orillas del Atlántico, las mujeres son recias y astutas, con más determinación que la tripulación de un bergantín. Sobreviven a las sirenas de las fábricas y a la verde humedad que desconcha las paredes y trepa por las tuberías. Parecía imposible la existencia de una criatura como Violeta Piadoso, efímera, tenue y distinguida; más bien sacada de una cálida siesta sobre la arena del Mediterráneo que de la grisácea marea de la costa acantilada. Su espíritu es tan etéreo que nadie sabe cómo ha podido resistir al embate de los fríos vientos que azotan la ría.

Juan Sebastián Sedano aún no tiene talla de grumete, pero sabe distinguir los peligros de la mar y conoce el lugar exacto donde brotan los manantiales submarinos. El joven está dispuesto a renunciar a su destino de navegante por el amor de Violeta. Cada tarde ronda su ventana con la pasión de un conquistador, dejándose ver con un traje que le queda grande y una oratoria que le queda pequeña.

—No puedo amar a nadie con quien no haya soñado antes —le dice Violeta Piadoso con la mirada perdida en el horizonte.

El marinero le trae un puñado de rocas verdes limadas por las olas y varios cangrejos de coral con lunares de plata, tan singulares que aún no han sido bautizados por los científicos. Compone versos dodecasílabos que le recita como una letanía, para que acuda presto el sueño al cuerpo de su amada. También le ofrece pasos de ballet frente a la ventana, con saltos ensayados en la llanura mareal, así como melodías tan dulces que dejan a los peces rendidos en el lecho marino. Todo en vano, porque la bella Violeta no consigue soñar con el navegante.

El joven, desesperado, no tiene más remedio que recurrir a su padre, el famoso doctor Sedano. El médico tiene una mirada como los verdes prados de la montaña y unas finas manos acostumbradas a calmar el dolor. Ella se toma hasta la última gota del mejunje que le prepara aquel hombre con voz de tenor para inducirle un sueño profundo. La brisa huele esa noche como un campo de naranjas.

Y la bella Violeta sueña, ¡vaya que si sueña! Tentáculos marinos se meten en su cuerpo para subir con caricias verdes y besos de azahar. La muchacha estalla como la primavera y se despierta sedienta, rompiendo con su apellido. Es una mujer nueva, decidida y preparada para recibir el amor.

… El amor de un Sedano maduro que huele a naranjas y tiene unas finas manos que calman el desconsuelo.

Fotografía: ©Bert Hardy

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4 Comments

  • Reply Pedro Conesa 29 abril, 2022 at 5:34 pm

    No se debe provocar a lo que debe salir naturalmente… o no salir. Una lección que el joven Sedano nunca olvidará.
    Gracias por este trocito de esencia que nos brindaste hoy.

  • Reply Rosa 29 abril, 2022 at 8:33 pm

    Juan Sebastián no recurrirá más a su padre. ¿A quién se le ocurre? Era poco mozo para tanta mujer.

  • Reply Antonio 30 abril, 2022 at 9:27 am

    El amor es un soplo, una conjunción, una casualidad…, también la oportunidad de un avispado.
    Querida Rosa: como siempre genial en tus relatos; me ha encantado leerte.
    La protagonista, Julieta, me ha recordado mis pesqueras en el río: cuando a principios de primavera, las efímeras, danzaban sobre las claras aguas ((efemerópteros (Ephemeroptera) son un orden de insectos pterigotos, conocidos vulgarmente como efímeras, efémeras o cachipollas (sí, cachipollas, no es broma). Es el orden de insectos alados más antiguos que existe en la actualidad. Su vida en la fase adulta es muy corta, de donde deriva el nombre del grupo (en griego ephemeros = que vive poco tiempo”)) y no he podido dejar de hacer una comparación y una alegoría mental, recordando como estas preciosas efímeras eran devoradas por las truchas (en el caso que nos ocupa por un trucho) que astuto y avispado vio la oportunidad que su Cándido hijo le puso en bandeja…, !!genial!!

  • Reply Rosa María Mateos Ruiz 30 abril, 2022 at 9:59 pm

    El médico fue más rápido y además tenía el remedio a mano. La antigüedad es un grado, querido Antonio. Geniales tus cachipollas, truchos y demás seres de la Biosfera.

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