Mi madre perdió el calcetín de Peter en la primera lavadora que se compró de recién casada y nunca más volvió a saber de su paradero. Desmontó el tambor varias veces, hurgó por todas las rendijas de la máquina y revisó a fondo los filtros de drenaje por si la prenda se hubiera quedado enganchada en alguna clavija.
De alguna manera yo tuve la suerte de heredar el otro calcetín parejo. Los había tejido mi abuela Barbarica con punto apretado bajo el emparrado del cortijo de los Miros. Según la leyenda familiar, calentaron los pies de un escocés medio chiflado que había venido con las Brigadas Internacionales en los tiempos de la guerra. Aquel grandullón de pelo rojo, llamado Peter, se había escondido en el muladar del cortijo huyendo de los nacionales.
Peter era un joven de buena planta y exquisita educación, pero tenía la manía de canturrear a todas horas las melodías folklóricas de las Highlands. Afortunadamente, perdió la gaita en una escaramuza por las cumbres de la sierra de Alfacar. Ante este entusiasmo suyo por las tonadas, la familia no tuvo más remedio que acomodarle en la cuadra, para que su voz de contratenor pasara desapercibida entre los roznidos del burro y los balidos de las cabras.
Mi abuela Barbarica, que era un alma cándida, le alimentó y cuidó durante meses hasta que la familia pudo sacar al escocés en un barco pesquero que hacía la ruta del bacalao, desde el puerto de Motril hasta el de Plymouth. Peter MacTheos le dedicó a mi abuela, entre las lágrimas, la más maravillosa canción de amor que jamás se hubiera escuchado en las fértiles tierras de la Vega de Granada, y le prometió que regresaría para casarse con ella tan pronto como la guerra terminara.
Lo que no podía sospechar el escocés es que el Regimiento de Gaiteros de Su Majestad le estaba esperando para librar otra batalla. Murió desafiando con su dulce voz el fuego enemigo durante el Desembarco de Normandía. Cantaba la conocida balada de “Barbara Allen” cuando su cuerpo cayó sobre la playa de Omaha. Enredados entre sus dedos, los compatriotas encontraron los calcetines que le tejió la abuela Barbarica.
El pasado domingo me dispuse a tender la colada bajo el tenue sol del invierno. En el bolsillo trasero de un pantalón apareció el calcetín perdido de Peter. Ahora duermo con ellos y los contemplo durante un buen rato antes de levantarme. También dedico cinco minutos cada mañana a escuchar la última canción del que pudo haber sido mi abuelo. Como parte novelesca del clan MacTheos, tengo la enorme responsabilidad de proteger el legado de una historia de amor que se llevó la roja marea del Atlántico.
PD. La Balada de Barbara Allen por Joan Baez
12 Comments
Rosa.
Me ha conmovido la historia de Peter MacMateos. Y el amor que el destino truncó.
Una lagrimilla se ha solapado con una sonrisa, porque el amor es risa y llanto, alegría y desventura. El amor es .como la vida misma.
Qué bonito escribes amiga 😍
Los MacTheos somos así, de la risa al llanto en un plisplás. Cuídame esas tierras canarias, querida amiga, y vuelve pronto.
Querida Rosa: No se si será herencia Celta o influencia de la cultura Gaélica; lo que si es seguro y demostrado con tu pluma y tu persona; es el caudal energético cual si del magma se tratase , que portan todos los poros de tu piel y los genes que te crearon. Me ha encantado tu escrito y la figura legendaria de Peter Mac Mateos y me lo imagino vestido con tu traje típico y como complemento de su KILT, su gaita lanzando al viento misteriosas sonatas de los Druidas gaélicos. Enhorabuena, amiga: has despertado mi fantasía con tu escrito.
… Y tocando la gaita por la sierra de Alfacar. Peter MacTheos fue un personaje legendario por estas sierras granadinas de bandoleros. Él era tan solo un ruiseñor, con el arma de su voz y las melancólicas canciones de las Highlands. Un abrazo Antonio.
Grandullón de pelo rojo!!!! Impepinable. Muy tierna la historia del calcetín. Has vuelto con la inspiración crecida, amiga, Enhorabuena.
Por cierto, has elegido la mejor versión de la balada para acompañar el relato. Para sacarle sabor, hay que escucharla mientras se lee.
Hay también una versión de Bob Dilan, pero personalmente me gusta más ésta. Sí, es un relato mixto, con música incluida. Gracias, amigo Pepe.
Una gran historia que cabe solo en un pequeño relato….genial
Es difícil resumir una historia así en menos de 500 palabras, pero el relato corto también gana frescura y dinamismo. Peter MacTheos daría para una novela. Gracias y un abrazo, Tomás.
Una tierna maravilla. Enhorabuena, Rosa
Mil gracias, querido Pedro.
Qué gratos son mis encuentros con tus letras, amiga! Nunca deja de sorprenderme la forma que tienes de salpicar los textos con humor, fantasía, ternura y alguna miaja de pimienta. Un placer.
Gracias Carmeta. Una mezcla de ingredientes para una breve lectura. Cuídame Sa Roqueta y a la tropa.