Literatura

La Sequía

30 agosto, 2020
Iceberg

Hacía dos años, tres meses y catorce días que no llovía.

Los árboles caían vencidos hacia la tierra, buscando la muerte definitiva. Entre las grietas de arcilla, la hierba crujía bajo las pisadas de los campesinos que miraban al cielo oteando las nubes. No quedaba un solo manantial en la isla del que brotara siquiera una lágrima de agua, y la sal del mar se había colado por los vericuetos del acuífero hasta llegar a los pozos del interior.

El Comité de Sabios no encontraba la solución. Habían disparado a las escasas nubes que cruzaban el horizonte, con la esperanza de sembrar la lluvia. Ordenaron reprofundizar los pozos, encontrando extrañas criaturas oceánicas atrapadas entre los filtros. No quedaba un solo santo en las iglesias; desde las primeras horas del día, las imágenes desfilaban en procesión bajo la cantinela de viejas plegarias. Ni la ciencia ni la fe consiguieron hacer frente a aquella tremenda sequía que encarnaba la garra de un desierto al acecho.

El almirante Trinquete lucía cuatro medallas en el pecho y tenía la imaginación de un loco visionario. Había volado por los aires una goleta inglesa en los tiempos de las Malvinas y conocía todos los secretos del mar.

—A poco más de seiscientas millas hacia el sur, navegan sin rumbo los gigantes de hielo —les contó a los miembros de la Comisión. 

Y así era, aquellas enormes reservas de agua dulce -abandonadas a los vaivenes de las olas- estaban al alcance de la mano, a pocos días de navegación.

         Se dispuso una tripulación de doce hombres fornidos a las órdenes del almirante Trinquete, y se cargó una enorme soga de amarrar barcos sobre la cubierta de La Perla Negra. Mientras tanto, en la bocana del puerto, los ingenieros comenzaron a construir una pileta gigante donde encerrar al iceberg; un toril de cemento con una puerta abatible y bombas de achique en los cuatro costados.

         Al tercer día de navegación, La Perla Negra se topó con su castillo de hielo. Tenía la forma de un arco medieval, con dos gruesos estribos para amarrar las cuerdas. Orientaron las velas con el viento de popa, arrastrando el iceberg sin esfuerzo, en una carrera triunfal de regreso.

Tras apurar el primer café de la mañana, la tripulación divisó las luces del faro y entraron silenciosos al puerto replegando las velas. Sobre la dársena esperaba una multitud, atónita al ver la catedral de hielo con los reflejos azules del amanecer. Fue en ese momento cuando el iceberg se escoró hacia estribor y entonces ocurrió lo inesperado.

Un colosal estruendo retumbó en la bahía, un trueno estremecedor que rodó contra los vidrios de las ventanas para romperlos en mil pedazos. El arco de hielo se giró por completo, levantando una gigantesca ola que arrasó la pileta y los muelles del puerto. La Perla Negra se encaramó de un salto sobre el dique seco, con el valeroso almirante aferrado al mascarón de proa. Después de aquel alboroto, el iceberg se liberó de los amarres, mostrando el culo a todos los allí presentes.

Lo vieron alejarse mar adentro, solitario, con una postura gélida y ceremoniosa.

Y esa misma mañana comenzó a llover… Una lluvia infinita que viene durando dos años, tres meses y catorce días.

Foto: Photographer @Photo5065

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16 Comments

  • Reply PEDRO SÁNCHEZ GÓMEZ 2 septiembre, 2020 at 6:12 pm

    Lo breve, si bueno, dos veces bueno. Me encanta el formato de relato corto: muchas ideas en pocas palabras. Ya sabes que el halago debilita, por lo que me limito a decirte que me ha gustado de mucho a muchísimo. Me reservo algunos comentarios por si lo pones en el facebook.
    Un abrazo

    • Reply Rosa 2 septiembre, 2020 at 9:23 pm

      Bienvenido de nuevo, Pedro. El relato corto es mucho más difícil que un capítulo de novela, porque has de economizar las palabras y elegir las justas, además de hilar en pocas líneas la historia. Gracias por tu fidelidad. Un abrazo. Rosa

  • Reply Enric 2 septiembre, 2020 at 6:22 pm

    Coincido plenamente con el tal Pedro, de mucho a muchísimo; o lo siguiente de mucho, vamos 🙂 Estupendo que hayas vuelto a publicar en tu blog, ya lo echábamos de menos. Esperemos que pronto haya una segunda novela. Abrazos desde Mallorca!

    • Reply Rosa 2 septiembre, 2020 at 9:26 pm

      Gracias Enric. Pues este relato está inspirado en mi llegada a Mallorca, en plena sequía del 95 y con la Operación Barco en marcha. ¿Recuerdas que comenzó a llover el día que el barco llegó a puerto? Aquello fue también rocambolesco. La próxima novela va lenta pero segura. Iré a Sa Roqueta, y pronto. Gràcies, amic.

      • Reply Enric 5 septiembre, 2020 at 9:02 pm

        Yo que lo más recuerdo de ese barco, en su primer viaje, es que al final no pudieron utilizar el agua transportada porque olía a pintura. Resulta que habían pintado los depósitos poco antes de llenarlos de agua. Yo fui a cubrir la noticia para el Diario de Mallorca. Fue uno de mis primeras crónicas para este medio. El barco estaba anclado en el Dique del Oeste (atestado de periodistas y autoridades) y yo acababa de llegar a Mallorca hacía unos meses. Entre esto y el Caso Túnel de Sóller me parecía surrealista trabajar en una isla así, de película de Berlanga vamos!

        • Reply Rosa 6 septiembre, 2020 at 7:28 pm

          Pues yo llegué a la isla al mismo tiempo que tú e igualmente me pareció todo surrealista. Sí, la primera carga de agua la tuvieron que tirar porque olía a pintura. A la segunda llegada a puerto, comenzó a llover. Berlanga vive la lucha sigue.

  • Reply Pedro Javier Conesa Dávila 2 septiembre, 2020 at 6:35 pm

    Yo aún diría más (Hernández y Fernández, ¡qué grandes secundarios!): me ha gustado de mucho a muchísimo. Esto augura una magnífica nueva temporada… Bienvenida, Rosa.
    Por una vez, y sin que sirva de precedente, me voy a permitir una observación: los barcos y las cosas que navegan y flotan, en el mar o en los ríos, escoran. A babor o a estribor, o están escorados, de babor o de estribor. Quienes escollan son las personas, a veces lamentablemente, otras porque no era posible otro resultado (¡maldito Pasapalabra!)
    Espero anhelante la próxima entrega. Un abrazo.

    • Reply Rosa 2 septiembre, 2020 at 9:28 pm

      Me encanta tu observación Pedro. Tanto, que he cambiado el verbo en el texto. Siempre aprendo de vosotros, los lectores. Ando bastante escollada en este año convulso. Un abrazo, siempre para ti.

  • Reply Antonio Parrilla Muñoz 2 septiembre, 2020 at 6:47 pm

    Colosal; Rosa.!
    Te garantizo que, no esperaba el desenlace, tan sencillo y natural que le has dado al relato ; ja ja ja, un final casi perfecto, pues muestra como la vida nos la complicamos los humanos , pero la importancia de complicarla y la necesidad de buscar y cumplir el dicho.- “ a Dios rogando y….” . Luego y cuando llega la hora, todo sucede cuando tiene que llegar.
    Yo habría dejado disfrutar un poco a los lugareños con el “rico polo”. Pero entonces habría privado a los lectores del choque emocional que has coreado. Magnífico, Rosa

    • Reply Rosa 2 septiembre, 2020 at 9:31 pm

      Al final, querido Antonio, la Naturaleza se ríe siempre de nosotros, henchidos de un orgullo del que los icebergs se descojonan. Por cierto, en la Patagonia vi un iceberg darse la vuelta y aquello fue un estruendo, apocalíptico. El final no podía ser otro. Gracias por acompañarme también en esta sexta aventura. Un abrazo.

  • Reply Alejandro 2 septiembre, 2020 at 9:47 pm

    Sublime

    • Reply Rosa 6 septiembre, 2020 at 7:29 pm

      Gracias, Alejandro.

  • Reply JAP 8 septiembre, 2020 at 11:44 am

    Date prisa, Rosa: envía tu estupendo relato a Emiratos Arabes Unidos (sin que se entere el «emérito», que igual pretende cobrar una comisión):
    https://bit.ly/3bCmp0D
    Un abrazo a ti y los tuyos.

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 11 septiembre, 2020 at 9:59 am

      Ja,ja,ja. Como se entere el emérito les vende el invento. Recuerda que la realidad siempre supera la ficción. Lo veremos. Un abrazo para ti y gracias.

  • Reply HOMO SAPIENS "CANIJUDIENSIS" 8 septiembre, 2020 at 1:10 pm

    Estimada Rosa María, su vuelta a la normalidad literaria no podía haber sido más acertada. Su relato es simplemente fantástico. Breve pero lleno de contenidos y contrastes: incertidumbres, supersticiones, anhelos, aventuras, desastres naturales.
    En ocasiones he leído que el comienzo de una novela o relato es fundamental para atraer la atención y complicidad del lector. Usted ha conseguido rizar el rizo y atrapar al lector con la misma desasosegante frase tanto para empezar como para terminar el relato, dejando al libre albedrío de cada lector la posibilidad de cerrar o abrir el círculo de una historia quizás interminable.
    Para otra ocasión quedará saber cómo se las ingeniaría nuestro intrépido almirante Trinquete para desencallar La Perla Negra del dique seco en el que quedó varado.
    ¿Tal vez esperando el final de una lluvia infinita que viene durando dos años, tres meses y catorce días?
    Enhorabona. Sempre agraït pels seus amens relats.

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 11 septiembre, 2020 at 10:01 am

      Gracias Canijudiensis. Deja usted abierto el relato a cómo desencallar La Perla Negra y qué pasó con el almirante Trinquete. Mi pluma tiende a escribirle una historia de amor con el mascarón de proa, un bella sirena de los mares del Sur tallada en caoba.
      A sus pies, siempre. Gràcies.

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