Mi primera visita a palacio despertó muy temprano a toda la casa. Mi viejo maestro Mimar Sinan había llegado la noche anterior y estuvimos repasando los planos de sus obras hasta que el muecín llamó para el cuarto rezo. Aquella mañana mi madre me vistió lentamente como a un novio, cubriéndome con el kaftán de seda verde que habían tejido para mí en el gremio de los sastres de Estambul. El maestro me colocó en el cinturón de terciopelo la daga de cuatro zafiros, símbolo de los arquitectos de la corte otomana. Con ese gesto me legó toda su vida y pude ver en sus ojos, no la tristeza por la nostalgia de lo que él fue, sino el brillo por el orgullo de lo que yo seré. Los primeros pescadores del Gálata inclinaron la cabeza a mi paso y pude percibir el inconfundible olor del Mármara al cruzar las murallas de Topkapi.
El Sultán me recibió en la Sala de las Audiencias, una vez atravesado el tercer patio, donde las azucenas cubren con un manto blanco el rumor del agua. Apenas pude balbucear el saludo tantas veces ensayado, al quedar deslumbrado por las luces que entraban por las celosías y aturdido por la riqueza de la decoración. La princesa Nurbanu estaba sentada a su derecha, cubriendo sus delicadas formas con la túnica dorada más hermosa que jamás había visto. Cuando levantó la cabeza para mirarme comprendí en un solo segundo el motivo de mi existencia. Crucé de vuelta la Puerta Imperial con el encargo asumido de construir la más majestuosa mezquita de todos los tiempos, aquella que retaría en belleza y perfección a Hagia Sophia, de la que se dice dibujó los planos un ángel. Mirando el Bósforo aquella luminosa mañana de invierno sólo tenía una certeza: la mezquita sería azul, entre turquesa y aguamarina….., exactamente como sus ojos.
En mi segunda visita traía ya los planos del emplazamiento. Me permití un gesto de soberbia, al elegir el mejor solar de la ciudad, junto al hipódromo. La mezquita miraría de frente a la inigualable joya bizantina, reflejando toda su envergadura en el Cuerno de Oro. Su padre la llamó «mi princesa alarife«, por su afán de liderar continuas reformas arquitectónicas en el Serrallo. Entendí su presencia. Esa calurosa tarde de verano mostraba los brazos descubiertos, un ligero escote, y el cabello recogido con un pasador de esmeraldas; pero sólo pude abstraerme en esa oquedad que tienen las mujeres bajo el cuello, el llamado Bósforo de Almasy. Mientras compraba cilantro y azafrán en el Bazar de las Especies diseñé mentalmente la forma perfecta que tendría la gran cúpula……, la concavidad exacta del hueco de su cuello.
Me llamo Sedefkar, discípulo de Sinan. Destaqué desde muy joven en los talleres de nácar (sedef), de donde deriva mi nombre. Gracias al dominio que siempre mostré de la geometría y las matemáticas entré en el cuerpo de arquitectos. Mi profesión consiste en crear espacios para llenarlos de tiempo. De mis manos y mi mente ha salido la Mezquita Azul, que el tiempo llenará a su vez de historias. Los anales dirán que se construyó para enaltecer al Sultán y venerar a nuestro Dios. La verdad es que la pensé sólo para ella, mi princesa amada. Los veinte mil azulejos de cerámica de Nicea dibujan tulipanes azules para regalarle un jardín por el que pasear la mirada. El mirhab de mármol blanco fue labrado con la delicadeza de un velo, para cubrirle los hombros en la soledad de sus rezos. Dicen que los seis alminares desafían a la Kaaba, pero fueron levantados para velar sus sueños por la noche. Sólo soy un humilde almuédano sin voz que dibuja hasta el alba la curva lenta de su cadera; entre arcos, cornisas y contrafuertes.
Nunca la tendré pero, ……soy un hombre feliz amando un sueño.
* Nota de la autora: La Mezquita Azul de Estambul es obra del arquitecto Sedefkar Mehmet Agha, y fue construida entre 1605-1617 durante el reinado del sultán Ahmet I. Se considera el canto del cisne de la arquitectura otomana, que vivió todo su esplendor bajo la obra de Sinán (su maestro), contemporáneo de Miguel Ángel.
* El Bósforo de Almasy es un guiño a la película «El Paciente inglés»
* Si el lector ha paseado por ambas orillas del Cuerno de Oro y ha entrado en la Mezquita Azul, comprenderá las razones que me han llevado a inventar esta historia de amor.
Fotografía: ForWallpaper.com
19 Comments
He tenido la suerte de visitar la Mezquita Azul con mirada de turista interesado y constreñido por el corto espacio de tiempo que estas vistas permiten, pero con la lectura de AMOR AZUL he comprendido el sentido y la belleza mas oculta de este monumento único. Gracias Rosa, una vez más.
Gracias Luis. Estambul es uno de los lugares más especiales del mundo. Me alegro que el relato haya completado tu visita. Un abrazo
Precioso Rosa. Gracias por regalarnos este relato tan bonito
Mi querida Conchi, qué alegría que estés ahí. Qué penita no estar cerca para compartir relatos y risas, con lo que hemos vivido juntas. Lo mejor de lo mejor para la familia.
Preciosa historia y relato…¡Felicidades Rosa!
Muchas gracias David. En tu caso, también muestras una gran generosidad con tus discípulos. Un abrazo
¡Qué pena no conocer Estambul para poder vivir la historia desde dentro! Gracias Rosa por este relato, es un regalo que viene al pelo por Navidad. En tu blog la letra de la ciencia y en este minicuento en particular, nos enseñas el poder de la ciencia y su contribución a la hora de expandir nuestra mente y crear belleza como en el caso de la Mezquita Azul, prodigio de la arquitectura y las matemáticas pero también nos enseña que la fuerza creativa Sedefkar la obtiene de su corazón ensimismado de amor por la belleza de la princesa Nurbanu. Es el resultado de llevar la pasión a cada cosa que emprendemos, sea construir mezquitas o escribir pequeños relatos. Gracias otra vez por cada emoción, sea del color que sea.
He ahí la clave de todo, la pasión que uno pone en las cosas. ¿Cuántas obras de la literatura, de la arquitectura llevarán historias parecidas detrás?, para que alguien las lea, alguien las mire…. No dejes de ir a Estambul. Voy cumpliendo mis retos, ya tengo una idea madurada. Besos
Rafael Martín, gaditano de adopción nos invita a leer el poema de amor «Epílogo» de Gabriel Celaya; muy a cuento con las pasiones:
Pues bien, como decía, viví el amor a golpes
de luz desenterrada. Creciendo a sacudidas,
luché contra el espeso de una tristeza informe.
Clamando la evidencia, choqué contra lo obtuso
de los muertos que creen por costumbre que aún viven,
más sólo se repiten sin incendiar lo bruto.
Topé con los constantes taciturnos que ahí quedan
e ignoran que existir de verdad es locura,
y fabrican pequeños castillos de cal seca.
Descubrí donde nada veía un enemigo.
Supe que, al ignorarlo, su rencor se enconaba,
y no, no perdonaba mi racha de aire limpio.
Luché. Sólo buscaba la dicha para todos,
la alegría del mundo que puede construirse,
el amor que progresa de dos a dos a coro.
Pero fui para muchos escándalo y locura,
piedra en que tropezaban, fulgor inaceptable,
evidencia insultante que el sistema exabrupta.
Viví sin más los hechos. Pensé una poesía
que sería de puro simple, provocativa,
y un amor sin perdones, ¡Oh virgen rebeldía!
Yo quería, quemaba, y amor mío, te quiero.
Propuse la alegría total, y me negaron.
Vi la evidencia y dije. Más ellos no creyeron.
Yo era feliz, tan sólo feliz; pero mi dicha
resultaba insultante para los siempre secos;
y no quisieron verla, ni ver mis buenos días.
Debía mansamente pasar por lo aceptado,
por el aro y el cero de todas las costumbres.
Mas no pude. No quise. Y aquí estoy, golpeado.
Pero duro, resisto, no me entrego a lo triste.
Hoy todo me amenaza, mas en la luz aún clamo:
“¿Qué podría pasarme? Todo lo más morirme.”
Y así sigo cantando, quizá por poco tiempo.
Pero, ¿qué cuenta el tiempo? Pese a las mil desgracias,
puedo, de claro en claro, salvar unos momentos,
y afirmarme en la tierra, y escribir unos versos
conductores de vida para todos los hombres,
y exaltar, combativo, los perpetuos comienzos.
Si conozcco Estambul. He tenido la suerte de ir y conocer gran parte de sus monumentos extraordinarios y pasear mis emociones en barco por el cuerno de oro. La Mezquita Azul es una maravilla de monumento arquitectonico, en mi opinión mejor por fuera que por dentro. Quizá la belleza de la princesa, inaccesible por dentro, hizo al maestro y alumno expresar el amor desde fuera. Los seis minaretes que tiene la Mezquita parecen seis gritos al cielo de lamentos. Rosa bella historia como las que nos acostumbras a narrar.
Gracias por esas sensaciones de la Mezquita. No he encontrado ninguna referencia a una posible hija de Ahmet I, pero ya le hemos dado existencia entre todos. Me parece fantástico. Un abrazo
!! Me encanta tu relato!! Yo visité la mezquita azul y me impresionó… y me ha gustado rememorar mi viaje a Estambul. !!Felicidades y un abrazo!!
Estambul tiene esa magia de las Mil y Una Noches; difícil de olvidar. La Mezquita Azul no deja a nadie indiferente. Sedefkar, sin duda, tenía un secreto para crear algo tan singular. Gracias por estar al otro lado de la pantalla. Un abrazo
No esperaba yo que este regalo de Navidad en forma de relato de amor azul, me llevase de vuelta a la ciudad que me cautivo hace nueve años y a la que sin duda regresaré. Con qué facilidad retorna el placer de lo bello (el Cuerno de Oro desde Torre Gálata), de los sabores y olores (el Kebab del restaurante fuera de las guías, donde éramos los únicos guiris), de los paseos sin prisa. Cuånta dosis de placer perdurable me dió lo diferente, lo desconocido…….que distinto a los temores que pretenden inculcarme por lo mismo.
Qué bueno tu regalo en forma de recordatorio: «no pueden robarme mis sueños»…….me voy ahora mismo a dormirlos.
Bueno. de las delicias turcas y su gastronomía no hablemos, que eso son palabras mayores. Entras a una lokanta popular y sales transformado. Dulces sueños.
Estimada Rosa María, una vez más he de agradecerle la meritoria cualidad que tienen sus relatos de despertar sensuales sensaciones. Hace ya tiempo, recorriendo los más recónditos rincones de aquel exótico y embriagante Estambul, pude disfrutar de vivencias y placeres parecidos a los vertidos e insinuados en este hermoso relato de amor platónico que pareciera inspirado en los relatos de «Las mil y una noches» (Alf layla wa-layla). Mi gozo y mi disfrute fueron diferentes a los padecidos por el atribulado Sedefkar, pues pude compartirlos con la mujer amada… y siempre deseada. Recuerdo que velando sus sueños al despuntar del alba tras los minaretes de la bella Mezquita Azul, cual sumiso y celoso guardián del más codiciado de los tesoros, mientras contemplaba embelesado la placidez de su rostro satisfecho, la enmarañada madeja de sus ensortijados cabellos, la turgencia de sus voluptuosos senos, la sugerente curva de sus caderas… comprendí lo afortunado que era por tenerla y poder acariciarla en cuerpo y alma. Como otras tantas veces junto a ella me sentí el hombre más feliz del mundo.
Molt bé, no puc deixar d´estar-li molt agraït…
Esa amada suya es, sin duda, una mujer muy afortunada. Hágaselo saber
¡¡¡Qué bonito Rosa !!! Me hiciste evocar Estambul de nuevo, gracias, un beso grande
Gracias Quino, qué alegría saberte ahí detrás. Buena música y dulces sueños
Rosa