Alejandría

26 octubre, 2022
Heraklion

Aquella tarde del mes de abril, Céline no esperaba tan extraño paquete y mucho menos su contenido. Una preciosa urna de alabastro contenía las cenizas de su exmarido, el serio profesor que ella abandonó treinta años atrás. Jules me dejó por escrito que te enviara sus cenizas para que las extiendas en algún lugar de Egipto, allí donde os conocisteis, le escribió con una letra torcida el mejor amigo de su exmarido, el siempre fiel Dr. Dubois.

Ella se sintió muy contrariada. Por un lado, le invadió un ataque de rabia; solo a él se le podía ocurrir encomendarle aquel absurdo viaje después de muerto. Pero también recibió el encargo con cierta adulación; Jules la seguía amando después de tantos años… Y un relámpago de dicha iluminó brevemente aquel sombrío piso de París, donde la mujer compartía su soledad con dos peces vegetarianos y una tortuga carnívora.

            Se alojó en el mismo hotel del Cairo donde pasaron juntos la primera noche, tras conocerse en el interior de la pirámide de Micerino. Fue ella quien tomó la iniciativa, ante la timidez enfermiza de aquel erudito de los mundos clásicos. No resultó mal amante, pero sí un aburrido compañero, recordó Céline mientras caminaba por el Gran Valle de los Reyes, buscando el rincón perfecto para cumplir la última voluntad del profesor.

A orillas del Nilo, le vinieron a la memoria los detalles de aquella corta relación. Al despertar cada mañana, Céline encontraba la casa limpia y ordenada, las macetas regadas y el café preparado, con los bollos de mantequilla que a ella le gustaban aún calientes sobre la bandeja. Hacía horas que Jules trabajaba en el despacho, abstraído en aquellos extraños manuscritos de lenguas muertas. Recordó también su conversación, tan distinguida y precisa, que al final ella calificó de una pedantería insoportable. Y así fue cómo una tarde de verano, sin recibir un solo reproche, ella se marchó dando un portazo. Tanta paz cansa, sentenció la mujer. Y jamás contestó a ninguna de las elegantes tarjetas de Navidad que él le envió, año tras año, después de la separación.

            Mientras Céline pululaba indecisa por la necrópolis de los faraones, un raterillo callejero entraba en la habitación del hotel y le robaba la urna. El ladronzuelo se subió con el botín a un destartalado autobús con rumbo a Alejandría. Junto a la desembocadura del Nilo, abrió la caja de alabastro y dejó que las cenizas volaran hacia la mar. Las diosas sumergidas de la vieja ciudad, agradecidas por la visita, recibieron al profesor con cantos de sirenas.

            Céline regresó a su triste piso de París y se encontró a la tortuga inerte y girada. Se había zampado a los peces vegetarianos y no pudo digerir los delicados esqueletos de coral. Entonces se acordó de la frase lapidaria que le dedicó un buen día el Dr. Dubois: no está hecha la miel para la boca del asno.

Foto: restos arqueológicos del periodo Ptolemaico en la costa de Alejandría @Dr_TheHistories

You Might Also Like

5 Comments

  • Reply Pedro Conesa 30 octubre, 2022 at 10:25 am

    Buen relato, Rosa, pero un poco triste. De hecho, es el más triste que recuerdo haber leído, de entre los tuyos. El final (doble final) da para otro post completo. Otro día, eso sí. Abrazos y 😘😘

    • Reply Rosa 30 octubre, 2022 at 5:10 pm

      Es curioso lo de la percepción de la tristeza. Es una historia semireal, que le oí contar a unos amigos sobre una amiga de ellos que tenía el encargo de llevar las cenizas de su exmarido a Egipto. De ahí surgió el relato. ¿Quién carga con las cenizas de un ex?

      • Reply Pedro Conesa 1 noviembre, 2022 at 11:24 am

        Claro, ahí viene parte del sentimiento de tristeza. Después de un montón de años, lo único que le deja el ex son las cenizas, para esparcirlas por Egipto. Tal vez la relación no fue mala, al principio, pero su conclusión es muy triste. Aderezada, eso sí, por la intervención del raterillo, que da cumplido final a los deseos del finado. Al fin y al cabo, la rueda del karma nunca deja de girar.

  • Reply Antonio Parrilla Muñoz 30 octubre, 2022 at 11:45 am

    Querida Rosa : No nos tenga a dieta tanto tiempo; leer cosas bonitas además de muy románticas es tan necesario como el comer y el respirar… Me ha encantado.
    Me ha hecho recordar una letrica de fandango sobre el amor y dice así.- “ al volver de una esquina se volvieron a encontrar, como cosa de criaturas se pusieron a llorar…el amor no tiene cura…
    Celine, tal como dijo el doctor Dino “ la miel no estaba hecha para su boca “

  • Reply Rosa 30 octubre, 2022 at 5:13 pm

    No, el profesor no estaba hecho para ella. Qué desapercibidos pasan los nobles y silenciosos, los que arreglan el mundo sin proclamarlo a los 4 vientos, y cuántos detalles nos dejamos sin agradecer. Genial tu fandango, Antoñico

  • Responder a Rosa Cancel Reply