Cajón "desastre"

Tiempos de alpargata

31 agosto, 2016

El otro día tuve una intensa y amena discusión con mi cuñado que se alargó más allá de la sobremesa. Entre réplicas y contra-réplicas se nos pasó “Saber y Ganar” y casi juntamos el café con la cerveza. Está haciendo un curso muy interesante sobre “coaching», anglicismo que la web define como: “el arte de facilitar el desarrollo potencial de las personas para alcanzar objetivos coherentes y cambios en profundidad”. Según mi cuñado arrastramos formas de actuar y comportamientos adquiridos para satisfacer siempre lo que los demás esperan de nosotros, y nos olvidamos de vivir como realmente nos gustaría. En resumidas cuentas, alimentamos a un saboteador interno que se disfraza de pereza, de comodidad, de inseguridades y de tantas otras actitudes ya congénitas que nos impiden sacar a relucir lo mejor de uno mismo.

Todo esto lo entiendo y lo comparto, es más, lo asumo plenamente como propio; hay temporadas que me las paso buscando excusas y culpables para no afrontar lo que realmente deseo hacer, y días que me gustaría tirar por la borda todas esas responsabilidades prescindibles que me busco y poner en práctica la canción de Sabina: «que gane el quiero la guerra del puedo». Ahora bien, lo que no participo con mi cuñado es la idea de poder llevar a cabo cambios en profundidad en un adulto, y menos aún en la madurez. A ciertas edades no nos cambia ya ni un milagro de Lourdes y ese boicoteador personal se ha convertido en un miembro más del organismo. No obstante, para poder rebatir a la familia política con argumentos, he indagado en artículos científicos de peso sobre el tema; de lo contrario me juego la Nochebuena, las hojaldrinas y el Pedro Ximénez (que ya son palabras mayores).

Alrededor del 40% de los rasgos de la personalidad derivan de los genes heredados, de ese legado temperamental de nuestros antepasados. La mala sombra y la bondad se trasmiten, y en todas las familias se reconocen talantes repetitivos. Es bonito saber que algunos rasgos constructivos, como el extrovertismo y la emotividad afable, se heredan en mayor porcentaje que la agresividad y las malas pulgas; la genética hace aquí una discriminación positiva y viene a confirmar aquello de: «hay mucha más gente buena que mala». No obstante, en ocasiones aparecen enfermedades con una tremenda carga hereditaria, como la depresión crónica o la esquizofrenia, que pueden determinar completamente la identidad y propiciar una vida marcada por el sufrimiento. En resumidas cuentas, ese conjunto de cromosomas que bailan por nuestras células marcan el ritmo de lo que somos, y aquí no hay vuelta de hoja: lo que Natura no da, Salamanca no presta. Ahora bien, queda un 60% de nuestra personalidad al arbitrio de los factores ambientales: la familia, el lugar donde uno ha nacido y crecido, la posición que ocupas entre los hermanos, la cultura, los amigos, y sobre todo las experiencias que se han vivido en la más tierna infancia y adolescencia. La mayoría de los pedagogos y psicólogos coinciden que se llega a la mayoría de edad con un esqueleto formado por esa mezcla de temperamento y carácter que ya nos acompañará el resto de nuestra vida. Y he aquí el objeto de nuestro debate: ¿podemos cambiar? Los expertos coinciden que muy poco; lo que cambian con el tiempo son nuestras prioridades, y de ahí la maravillosa capacidad de algunos de ir sacando conejos de la chistera y cartas de la manga para afrontar nuevas inquietudes, dosificando los talentos y dando la apariencia de ser personas renovadas.

La mayor necesidad del ser humano, más aún que alimentarse todos los días, es contar con la aprobación, la simpatía y el afecto de los demás. ¿Quién no está ávido de aprecio y reconocimiento? Yo soy de una generación educada en tiempos que aún no se hablaba de la inteligencia emocional; por padres que procedían a su vez de progenitores para los que la felicidad era cosa de ricachones y señoritos. La autoridad se respetaba tanto en casa como en el colegio, y los halagos brillaban por su ausencia: nadie te iba a felicitar por algo que consideraba parte de tus obligaciones. La gestión del talento se focalizaba en defenderse de los chulitos de la clase, mientras que la autoestima se fortalecía a base de bravuconadas que ponían en riesgo la propia integridad física. Las madres de mis compañeros venían a recogerles al colegio en bata, con los rulos puestos y las alpargatas de andar por casa. Ninguna destacaba por amorosa, y si alguna de ellas hubiera llamado en público “cariño” a sus hijos, nos habríamos cachondeado hasta el infinito y más allá.

Con toda esa carga emocional llega uno a la edad adulta y pasa lo que pasa: somos la generación que llena los cursos de coaching, de mindfullnes, de Hatha yoga, y que consume los malditos libros de la saga de los Punset. La sociedad ha tejido una red compleja para convencernos que hay que perseguir el éxito a toda costa y que nuestro objetivo en la vida es cosechar triunfos. Esta filosofía no solo favorece el consumo, sino que aísla aún más al individuo, al verse en la continua necesidad de demostrar cansinamente sus supuestos talentos. Este proceder suele causar rechazo en los demás, ya que no hay nada más penoso que dar autobombo a la propia mediocridad. En esta tesitura considero que andamos más perdidos que la madre de Marco y algunos estamos ya buscando un contra-coach para gestionar los fracasos.

En una mina portuguesa leí hace algunos meses una cita de Tolstói que me hizo pensar: «La persona es como una fracción cuyo numerador corresponde a lo que realmente es, mientras que el denominador es lo que cree ser. Cuanto más grande es el denominador, más pequeña es la fracción». El escritor ruso no sólo era un apasionado de las matemáticas, sino que conocía muy bien el alma humana. Quizás la madurez consista en eso, en mantener siempre el índice de Tolstói igual o mayor que la unidad; y la verdadera felicidad en algo tan primitivo como conseguir definitivamente la adaptación con tu entorno tal y como eres. .

Le pregunto a mi cuñado la diferencia entre un coach y un buen amigo. Está preparado para este tipo de cuestiones. Me responde que el primero es un profesional, y sabe bien las pautas a seguir para acompañarte hacia el objetivo. Por el contrario, el amigo no es imparcial y se involucra demasiado en los sentimientos. Ahora que la soledad se define ya como la gran enfermedad del siglo XXI, ¿en qué momento hemos llegado a despreciar la implicación afectiva? Pienso sinceramente que la verdadera autoestima se forja a medida que mejoramos la calidad de nuestras relaciones y que recibir un buen abrazo es un indicio tangible del buen camino que lleva el engrandecimiento personal.

Aquellas madres de alpargata de mi infancia practicaban largas horas el comadreo, la pura esencia de la inteligencia emocional y la terapia de grupo más eficiente y barata del mercado. Bien es cierto que ponían de vuelta y media a todo el que se pusiera por delante, pero había un trasfondo de «melé» femenina, de apoyo, defensa y empuje. Hoy vemos a grupos de señoras primorosas, ya abuelas, departiendo largas tertulias en las cafeterías; allí no solo revisan los logros y hazañas de los nietos, sino que comparten sus preocupaciones, se ayudan en las dificultades y se acompañan en las alegrías. Ellas representan el último reducto de cordura.

Para terminar debo confesar que he cotilleado por internet los cursos de formación que ofrecen en los partidos políticos españoles, y el coaching está a la orden del día. Es un hecho constatado que las enseñanzas no han calado mucho entre los candidatos, ¿o sí? En la clase política española el índice de Tolstói tiende a cero y hay un exceso de egos tal que ya no cabe más vanidad en el Congreso. Digo yo que mientras se ponen de acuerdo los Cuatro Jinetes del Apocalipsis en este circo de mediocridad, podemos proponer un Go-PrA (por seguir con los anglicismos de moda); esto es, un Gobierno Provisional de Abuelas que ponga algo de sensatez a la situación.

……. No sé si finalmente habrá nuevas elecciones esta Navidad, lo que está claro es que me quedo sin las hojaldrinas y el Pedro Ximénez.

 

© Fotografía. Gave me happiness. Sabine Weiss.

  • Bibliografía: Genetic Influence on Human Psychological Traits: a Survey. Thomas J. Bouchard, Jr. 2004. Current Directions in Psychological Science, Volume 13—Number 4: 148-151.

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17 Comments

  • Reply HORACIO ROLDÁN GARCÍA 1 septiembre, 2016 at 11:43 am

    Siempre es de agradecer un recorrido por nuestro pasado. Esas abuelas, esas madres y esas calles donde jugábamos a las cuatro esquinas o al pollito inglés (una, dos y tres)
    Hoy he echado en falta comprender (una, dos y tres): la falla de los Apeninos, por qué la naturaleza se ceba con los más débiles y cuando los medios van a dejar de amenazar con que debe haber un gobierno.
    Propuesta navideña: misa del gallo para los que aun crean en algo, mantecados, polvorones, Pedro Ximénez, las hojaldrinas y, alargando la Noche con cuñados, hermanos y familia en general, estar los primeros en los colegios electorales el día 25 para evitar que sigan los corruptos haciendo de las suyas.
    Saludos, qrbrother

  • Reply Rosa María Mateos Ruiz 1 septiembre, 2016 at 12:11 pm

    En Guerra y Paz de Tolstói están todos los problemas filosóficos que nos preocupan. Hay un personaje «Bezujov» que se pregunta por qué la gente buena no se agrupa, mientras que los malos lo hacen siempre. Éstos últimos se especializan en tejer redes de corrupción y poder.

    La falla de los Apeninos lleva ahí millones de años, el maravilloso paisaje de la región es fruto de la actividad de esas fallas. Creo que más bien somos nosotros los que nos cebamos siempre con la Naturaleza.

    Yo no pienso madrugar el día de Navidad; el Pedro Ximénez deja en un estado de letargo placentero que quiero prolongar….. .

    Un placer qrbrother de recibir tus comentarios,

  • Reply Rafael 2 septiembre, 2016 at 10:39 am

    De la alpargata venimos, en efecto, a pesar de nuestra olvidadiza memoria y nuestras atiborradas estanterías de zapatillas de diseño, hechas del sudor y las lágrimas de tantos obreros sin derechos. Niños incluidos. Las preguntas básicas -casi tópicas- de nuestra precaria racionalidad eran las consabidas ¿Quién soy?¿De dónde vengo?… A dónde vamos depende obviamente de la idea de quiénes creemos, queremos y podemos ser, que se debería nutrir de nuestra conciencia de los lugares, hechos, procesos(naturales, culturales, históricos, biográficos..) que nos trajeron aquí. Pero en este mundo que nos han-hemos construido basado en la perpetua, inane e irreflexiva adoración de la novedad, esta reflexión resulta impertinente y «nos raya»( o» ralla» vaya usted a saber). Gracias, Rosa, por seguir resistiendo desde la inteligencia y la sensibilidad. Que por ti no quede. Y que la Pedro Ximenez, nos sea propicia, junto a la Tempranillo, Graciano,Albariño,Verdejo,Palomino, garnacha….

    • Reply Rosa 3 septiembre, 2016 at 1:59 pm

      Querido amigo,

      Pues sí, de la alpargata venimos y de la maleta de cartón. Igual que no se puede entender el momento actual sin echar mano de la historia, tampoco podemos entender quiénes somos sin echar la mirada atrás. Lo único que perdura es el vino, en todas sus variedades, y que nunca nos abandone.
      Gracias siempre

  • Reply Nuria 3 septiembre, 2016 at 11:24 am

    Hola!!

    Me ha gustado mucho tu enfoque sobre el tema y quiero aportar mi opinión al debate entre cuñados…

    Y voy a empezar con el que es el único punto en el que estoy en desacuerdo. Tengo el convencimiento de que las personas SÍ pueden cambiar. El aprendizaje y los años van haciendo que adoptemos las opciones que nos hacen sentir mejor y desechemos las que no. Pero aparte del YO existe una sociedad en continuo cambio y cada vez más dispar que seguro que en algún momento de la vida te hace plantearte cosas (que pueden a su vez provocar que tu parecer cambie).
    Ahora bien, el cambio sólo es entendible como un proceso de autoconocimiento personal prolongado en el tiempo; los «cambios milagro» suelen ser fruto de la justificación, el autoengaño y el querer agradar al entorno.

    Un ejemplo para que se entienda mejor la exposición. Tienes un globo aerostático y antes de salir a volar compruebas que tiene un agujero en la tela. Tienes dos opciones: A: tardar más tiempo, buscar una buena tela y coserlo con mimo para ser una solución permanente. B: pegarle un parche que seguramente sea una solución más rápida pero temporal, por lo que el problema de base nunca desaparece y continuamente hay que mantener.

    Respecto al coaching y sin ser una gran entendida…El auge de esta profesión esconde lo que a mi parecer son grandes problemas de fondo.
    El primero de ellos es la educación en valores y el sentido crítico. El sistema educativo de este país está tendiendo cada vez más a la memorización de libros de texto (a veces ni siquiera a eso) y está dejando de lado cosas que pueden ser importantes para el desarrollo en la vida adulta o en el desempeño profesional.
    El segundo es como tu dices, la necesidad de ensalzar los logros y triunfos y la poca capacidad para reconocer y aprender de los errores. Llevo tatuada la frase «never a failure, always a lesson» , es una filosofía de vida para mí, lamentablemente la mayoría no lo ve así…

    En la profesión del coaching seguramente haya muy buenos profesionales, pero ¿qué pasa cuando una cosa se expande tan rápido en tan poco tiempo? , que sufre el riesgo de perder la esencia que tenía de base…
    Si como «paciente» entiendes mal el proceso seguramente tu objetivo sea buscar que el coach te diga lo que tienes que hacer o apruebe lo que tu entorno profesional o personal no hace.
    Del otro lado, un coach mal formado y que no haya entendido bien los mecanismos de acompañamiento tiende a emitir juicios y a decirte lo que hacer en vez conseguir que tú construyas tu camino y llegues poco a poco a la meta. Y ahora que nos vamos a unas terceras elecciones me pregunto, ¿cómo serán los coaches de los líderes políticos?.

    Y para terminar…un coach es un profesional, no un amigo. Sin embargo el plano afectivo no se deja a un lado, el entendimiento de la otra persona parte de la empatía y la escucha. La diferencia entre un coach y un buen amigo es la manera de gestionar las sensaciones transmitidas, el coach lo hará más racionalmente y el amigo más emocional.

    Seguro que algo podemos hacer esta Navidad con las hojaldrinas y el Pedro Ximenez.

    • Reply Rosa 3 septiembre, 2016 at 1:54 pm

      Querida amiga,
      Touché. Reconozco mucho arte y mucha razón en esa respuesta. En ningún caso considero que mi opinión sea la verdad absoluta. La propia experiencia es la que suele conducir a los puntos de vista. En mi caso, le pongo un parchecillo al globo y me subo tan confiada y, como mucho, soy capaz de coser los bajos de unos pantalones.
      Lo que si me gustaría recalcar es que esta entrada no pretendía despreciar en grado alguno ninguna profesión. La forma noble que una persona se gana la vida me merece todos los respetos.¡ Qué voy a decir yo! Que me gano la vida estudiando cosas que ocurrieron hace millones de años.
      Muchísimas gracias por esa respuesta tan bien escrita y tan bien hilada. He aprendido y tomo nota.

  • Reply QR 5 septiembre, 2016 at 11:35 pm

    Para Rosa: Una respuesta es una poesía (o cuatro)
    I
    Piensa en la evolución,
    Y son millones de años,
    No tenemos solución,
    Ni cogidos entre paños,
    Seguiremos la tradición!
    II
    Maestros de la orientación,
    Dicen lo que debes hacer,
    Sentados en una habitación,
    Sugieren lo que debes ver,
    Bloquean tu liberación!
    III
    Escucha a esas abuelas,
    Con ese sentido común,
    Colócate unas velas,
    Donde creas y según,
    Y me dirás lo que anhelas!
    IV
    Si queremos a la ciencia,
    O nos gusta la filosofía,
    Hay que tener paciencia,
    Y escuchar la maestría,
    Que ofrece la experiencia!

    • Reply Rosa 7 septiembre, 2016 at 5:10 pm

      Escuchar a las abuelas, ¡un gran consejo amigo!
      Gracias por esos versos hilados que extraen la esencia de los textos, a tu manera.

  • Reply PAISAJES DEL AGUA 7 septiembre, 2016 at 12:44 am

    Hola Rosa, En general de acuerdo con todo, pero coincido con Nuria en el cambio de los adultos, que dicho sea de paso ha ofrecido una respuesta de gran nivel. Eso sí, para poder cambiar hay que estar receptivo, como para enamorarse, y es verdad que muchos adultos no lo están, porque se sienten cómodos con el pensamiento que han fabricado. En como eso de, «A mi edad ya no quiero más amistades, qué pereza». Pues algo parecido pasa con los pensamientos, «¿Cambiar yo a mi edad, qué pereza? Pero cambiar se puede, vaya si se puede, y me satisface que sea sí, si no qué aburrimiento. Ese amigo Rafa que anda por ahí, tú misma, y tantos amigos con los que echo algunos ratos me cambian (¡¡a mejor!!, o eso espero). La vida es un cambio continuo, o debería serlo. Y eso no se contradice con que muchas personas no cambian ni a tiros, no escuchan, no se quitan jamás las orejeras. Esas me aburren mucho, aunque también las quiera. Así es que no te voy a decir eso tan al uso de «No cambies nunca».

    • Reply Rosa 7 septiembre, 2016 at 4:55 pm

      Querido amigo,

      Me encanta recibir contrapuntos y agradezco tu parecer. Por supuesto que creo firmemente que podemos mejorar, y que los nuevos amigos que vamos encontrando por el camino nos ayudan a superarnos y ver las cosas de otra manera. De lo contrario seríamos unos autómatas desde los 14 años. Yo apunto más a la esencia de cada uno, a esa personalidad ya forjada que nos identifica.
      Por ejemplo, en tu caso, por más que lo intentaras, no podrías ser un tirano, ni un mentiroso, ni un agresor. La bondad te acompaña, en el 40% y en el 60%. Voilà

  • Reply HOMO SAPIENS "CANIJUDIENSIS" 7 septiembre, 2016 at 10:18 am

    Estimada bloguera, su regreso no podía haber sido más temerario. Quizás influenciada por las proezas vividas este pasado verano con los gimnastas olímpicos, realiza usted un triple salto mortal con doble tirabuzón invertido para zambullirse sin remisión en uno de los temas más espinosos que cualquier ser humano pueda plantearse a lo largo de su, ya de por sí, azaroso devenir por este mundo: las relaciones con los cuñados. Admiro su arrojo y determinación, sobre todo estando en juego el posible disfrute o no de sabrosas hojaldrinas regadas con oloroso Pedro Ximénez.
    Anodadado por este hecho, tengo que confesarle que he perdido un poco el hilo del motivo y fin último de sus argumentaciones sobre coaching, hábitos, soledades, superaciones y egos personales, emociones, alpargatas…; pero me da a mi que niega usted demasiado taxativamente la posibilidad, no la de poder tratarse civilizadamente dentro de una comedida racionalidad con la familia política, si no la de poder evolucionar y atemperar, en definitiva mutar, el carácter propio en edades más adultas.
    Modestamente reconozco que me baso casi únicamente en mis propias experiencias y observaciones al discrepar de parte de sus consideraciones. No quiero alargar más la polémica, pues como usted, yo también he participado en sesudas y encendidas discusiones al respecto (ríase usted de los debates sobre el cambio climático, o de si la falta actual de gobernanza fue culpa del cha-cha-cha…) y que, gracias a aquello de la genética que nos asegura que “hay mucha más gente buena que mala”, no han llegado a males mayores. Pero me parece muy atrevido despreciar ese 60% de influencia que usted asegura queda al libre albedrío de la propia evolución de cada persona, características básicas que nos diferencian a los humanos como especie. Hablando de especímenes, que le pregunten al sin par D. Mariano lo que nos haría a los incautos de los españoles… muy españoles… y mucho españoles… si volviera a contar con tal margen de maniobra.
    De lo que sí participo plenamente con usted es que aprecio mucho más un abrazo, un beso o un buen achuchón a cualquier halago o reconocimiento merecido o artificioso (que abundan). No se preocupe, no sería la primera que me catalogaría como una persona “un poco rarita”. Aunque siempre es de agradecer lo de “persona”.
    Visto lo complicado que es conseguir que a uno le dejen disfrutar de su “zona de confort” y lo arduo que puede resultar planificar y reconducir la propia existencia; pues eso (y tal como sabiamente apunta una de sus lectoras replicantes: never a failure, always a lesson) que casi prefiero intentar relacionarme con mis cuñados y cuñadas. Sí, que haberlas haylas. Pero esta es ya otra historia…

    Esperant sàpiga apreciar i gaudir del benintencionat propòsit de la meva “coaching-rèplica”, el saluda el més fervent dels seus seguidors.

    • Reply Rosa 7 septiembre, 2016 at 5:07 pm

      Señor Canujidensis, ¡bienvenido!
      Pues sí, el tema de los cuñados es espinoso. Afortunadamente los míos tienen mucho sentido del humor y me conocen bien. Creo que al menos salvaré el Pedro Ximénez.
      Respecto a «Never a failure, always a lesson», ¡qué manía de despreciar el castellano! Yo me quedo con la anécdota de la importancia de la tilde:
      – Fuera de España se valora aquello de «comete tus propios errores».
      – En España se dice: «Cómete tus propios errores»
      En mi caso, tengo un cartel enorme en mi despacho que dice «la experiencia es una acumulación de errores». Pero no aprendo, es parte de mi personalidad inmovilista.
      Gràcies meu amic,
      Rosa

  • Reply Antonio Rafael Parrilla Muñoz 10 septiembre, 2016 at 8:29 pm

    Mi querida amiga ROSA:
    Desde la ultima vez que te lei, el cambio hacia mejor va en aumento. No puedo decir tecnicamente en que consiste, pues como sabes no soy un erudito en el tema , tampoco soy psicologo( mi costilla sí) y ella diria que todos portamos «una mochila» en donde sin ser conscientes, transportamos esos enemigos o mayordomos que suplantan nuestra esencia verdadera. Pero si tengo claro a mis 71 años, que solo el conocimiento y busqueda de nuestra persona intima, será la que pueda darnos la solución a muchs cuestiones y decirte por ultimo, que difiero en cuanto a pensar que los mayores , no podemos cambiar, no etoy de acuerdo en absoluto; prcisamente es cuando podemos hacerlo, siqueremos claro y somos capaces de tirar parte de esa mochila. Un saludo afectuoso.

  • Reply Rosa 11 septiembre, 2016 at 10:10 am

    Querido amigo:

    Es una enorme satisfacción comprobar que estoy equivocada y que podemos cambiar (se entiende que a mejor) con dedicación y esfuerzo. Me encanta saber que a tus 71 años sigues con ese tesón de buscar soluciones a los problemas. Me tendré que plantear hacer una contra-entrada a la vista de vuestras opiniones.
    Lo que no entiendo con este afán de superación es cómo la humanidad sigue con los mismos problemas que ya plantearon los griegos, cómo hemos avanzado tan poco en lo moral. ¿No tendríamos que haber cambiado, también a mejor, como especie?
    Ahí dejo la pregunta……

    Muchas gracias Antonio por tus amables palabras y por tu entusiasta opinión.

  • Reply Antonio Rafael Parrilla Muñoz 11 septiembre, 2016 at 9:47 pm

    Tocas una pregunta transcendental…la humanidad, creo y bajo mi modesta opinión, ha cambiado un poco, muy poco . Hace 2000 años un hombre extraordinario nos mostró el camino. Como sabes , me gusta mucho la filosofía Zen, y en ella se hace alusión a tu pregunta… Dicha filosofia busca lo que los maestros de esta disciplina denominan » el último secreto»; y posiblemente coincida este último secreto con las enseñanzas de aquel otro hombre extraordinario al que aludía al principio, dicha coincidencia se resume en una palabra; AMOR.
    Los psicólogos definen a los humanos como «seres amorosos».
    No te digo mas , sólo que continuó buscando ese «último secreto» y que sospecho se encuentra dentro de mi mismo( y al igual que se encuentra dentro de cada humano;esta quizás sea la solución.
    Un abrazo.

  • Reply CUÑAO 20 diciembre, 2016 at 4:40 pm

    Querida Rosa, querida “cuñá”
    Aunque tarde, aquí cumplo con mi promesa de contestar a tu entrada del blog “Tiempos de alpargata”. Disfruté del privilegio de estar presente en tu casa primero disfrutando una comida y un café, una discusión después, un momento en tus pensamientos, y finalmente merecí a tu entender, del honor de obtener un espacio en tu blog y la promesa de celebrar un debate el día que tu indiques con un grupo de atrevidos hombres y mujeres que se presten a ello. GRACIAS por todas estas muestras de cariño.
    Al leer tu entrada, si me dejo llevar por mi primer impulso, atrapado por los automatismos del instinto más primario, hubiera escrito una carta aburridamente larga volviendo a rebatir punto por punto la interminable sucesión de interesantes afirmaciones, inteligentes comentarios, finas ironías, escandalosas contradicciones y demás lindezas con las que, para nuestro deleite, nos obsequias en el texto. Sencillamente delicioso. Una muestra de cómo somos a mi juicio, todos y cada uno de nosotros, generosos, interesados, valientes y comprometidos a veces, asustadizos y pasotas otras, amorosos e iracundos, serenos y agitados, maliciosamente irónicos y también directos y mordaces, incluso interesadamente mudos en ocasiones.
    Únicamente voy a comentar puntualmente el párrafo en el que dices preguntarme por la diferencia entre un coach y un amigo. Soy consciente que esto que te voy a decir lo hago desde mi ser limitante (término muy utilizado en coaching), desde ese que activa los resortes que sacan lo peor de mí. Es algo que me pasa hace tiempo y que me gustaría CAMBIAR. Y es que no soporto, llevo fatal, que se me atribuyan palabras por mí no pronunciadas. Estoy seguro que no albergan ninguna mala intención por tu parte y que seguramente se deban a un CAMBIO en el estado neuronal debido a los momentos en los que el debate devino en acalorada discusión, instante éste en el que nos esmeramos en alimentar nuestro ego con el consabido “tengo razón”. A lo que iba, no salió de mi boca “el amigo no es imparcial y se involucra demasiado en los sentimientos”. Por otra parte te agradezco el regalo que supone la última frase del mismo párrafo. Te lo cuento porque cada vez que me encuentro con mis amigos del colegio, con aquellos con los que desde hace más de cuarenta y cinco años río, me abrazo, bebo, viajo, vuelvo a reír, charlo, debato, me vuelvo a abrazar.Cuando todavía al despedirme soy capaz, como hace más de cuarenta años, sí ya se usaba, de decirles “te quiero”, aunque hayamos discutido o no, entonces digo, reconozco el valor de la amistad y de la implicación emocional, que se manifiesta normalmente en los detalles más nimios. Surge porque sí, sin explicaciones, desde el corazón, y se instala ahí por haber compartido infinitas experiencias de todo tipo, pero sobre todo risas y abrazos, siempre cerca. NADA QUE VER CON EL COACHING.
    ¡Ojalá fuera yo una persona más formada para poder mantener un debate más científico! La ciencia aporta sin duda alguna elementos imprescindibles en el proceso de crecimiento del ser humano aunque es cierto que comienzas en la primera frase de tu entrada, arreándole una patada en el estómago a Abraham Maslow, uno de los máximos exponentes de la psicología humanista que con su Pirámide de las Necesidades, utilizada hasta la saciedad en distintas ámbitos de la vida con el fin de llegar al corazón, a la esencia y también al bolsillo de las personas, nos muestra cual es a su criterio la jerarquía de las necesidades del ser humano. No tiene por otra parte mayor importancia, pienso que son pequeñas e inconscientes traiciones que nos juega la mente debido a nuestro opulento aunque para nosotros cotidiano estilo de vida.
    Después de todo esto y para no seguir divagando, no voy a profundizar en el fondo del debate COACHING SI, COACHING NO, espero tratarlo ampliamente con los codos apoyados en una mesa y mirando a los contertulios a los ojos. También quiero dejar abierto el asunto de ¿cambiamos las personas?, aunque para calentar el debate en mesa redonda alrededor de un vino de la tierra te adelanto una reflexión y además, por el cariño que te tengo y para que te tomes con toda la tranquilidad del mundo estas navidades el Pedro Ximénez y las hojaldrinas te voy a dar, en cierta manera la razón: “NO CAMBIAMOS”.
    Es cierto, y es la base del coaching. Todo lo que necesitamos para conseguir lo que nos propongamos está dentro de nosotros. Siempre estuvo ahí. Nuestra esencia es ese niño que todos fuimos y que como cualquier criatura, es incapaz de odiar y que no tiene maldad alguna. En efecto, ese niño sigue ahí y como tú dices se va cubriendo de capas que a la postre nos impiden en demasiadas ocasiones actuar por nosotros mismos.
    Sí, ese es mi error, llamar cambio a decir sí cuando quiero decir sí y decir no cuando quiero decir no. Llamar cambio a expresarme en función de lo que siento en lugar de en función de lo que se espera de mí. Llamar cambio a vivir mis pasiones aún a costa de perder en el camino afectos. Llamar cambio a aceptar con naturalidad un error y renegar de una pose autoritaria para insistir en él, no vaya a ser que… Etiquetar como cambio el ser capaz de decir “éste soy yo”, con mi mierda, eres libre de acercarte o de quererme así. Todo esto por supuesto con una premisa ineludible, no dañar a nadie.
    En fin, se quedan sin comentar muchas de las cosas que con esa gracia y fácil pluma introduces en tus pequeños textos, Tolstoi, los libros de autoayuda, los corros de madres y abuelas con alpargatas, los políticos… ¡Sería eterno! Sí que me sale del alma compartir que yo también profeso un enorme agradecimiento a ese grupo de madres en alpargata practicando el comadreo, no porque supongan la pura esencia de la inteligencia emocional, nada más lejos en mi opinión, sino porque también ellas, desde su papel, han aportado su granito de arena para que hoy seamos como somos, con lo bueno lo malo y lo regular, y sobre todo, por mantener viva la llama del debate.
    Un beso siempre cuñada. Te quiero mucho. Después del prometido debate, no sé…. Espero fecha y escenario.

  • Reply Rosa María Mateos Ruiz 20 diciembre, 2016 at 4:46 pm

    Debo decirte que tu última línea bien vale una misa y doy gracias a cualquier divinidad por haber emprendido este debate epistolar contigo para leer tan bonito despliegue de cariño. Ésto es lo que cuenta.

    Disfrutaremos del Pedro Ximénez y esas hojaldrinas el sábado por la noche.
    Rosa

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