En una esquina del parque Tremont, junto al lago de los cisnes, se levanta una pequeña estatua dedicada a la niña española que trajo el baile a las calles del Bronx. Fue mi tía Rosita quien sembró la primera semilla que más tarde haría florecer el hip hop y el rap por las esquinas del barrio. Ella hizo de aquel arrabal de cemento el lugar con más salero del mundo.
No es fácil cambiar de casa, de costumbres, de amigos, de lunes, de balcón. Pequeños ritos que nos fueron haciendo como somos. Ángeles Mora, Premio Nacional de Poesía 2016, nos recitó el otro día este poema con una voz quebrada, poniendo palabras a todos…
Bombay, 4 de abril 2016 Querida madre: Sé que llevo mucho tiempo sin contestar tus emails, pero la vida errante de periodista novato y humilde me lleva – cual vagabundo- por estas tierras orientales en busca de la noticia. Como un barquichuelo sin…