Hace algunas semanas me perdí por una de esas calles estrechas que rodean la Stephansplatz, aún dentro del abrazo de la Ringstrasse, pero donde los turistas ya no se internan, ni huele a café con bollo de mantequilla. La primavera en Viena es luminosa y las piernas del visitante se vuelven ágiles y libres. En un recoveco del callejón se escondía, ajeno a las miradas, el Literatur Museum de Austria. Entré por pura intuición y la señorita de recepción casi me hace una reverencia; no circulaba ni un alma por aquel edificio centenario. Le pregunté por él, por ese hombre que tantos placeres me había regalado a través de sus libros y que sabía expresar, con una prosa deliciosa, muchos de mis sentimientos y pensamientos. La chica me cobró la entrada y me llevó, casi de la mano, hasta la segunda planta donde custodian y exhiben los manuscritos de Stefan Zweig. La letra sin duda alguna era masculina, con las mayúsculas preciosas y prominentes; la caligrafía, a pesar de ser clara y limpia, mostraba un cierto desorden, sin respetar los márgenes ni la horizontalidad de los renglones. Siempre creí que un escritor capaz de organizar los pensamientos con tanta maestría sería un tiquismiquis de las formas. Me alegré que no fuera así, por eso de compartir los defectos. Dos veranos antes, en plena crisis económica, Stefan Zweig me había ayudado a vender de una manera digna la antigua casa familiar. Cuando entró la compradora a ver la vivienda, ambas teníamos en las manos «Momentos estelares de la humanidad» y con ese gesto surgió una confianza mutua que nos llevó hasta el notario, con la seguridad plena que ella cuidaría de mis recuerdos, como así ha sido.
El mundo de ayer es el desnudo integral de Zweig y el lector reconoce, desde la primera línea, uno de los mejores libros de todos los tiempos. La obra comienza con la infancia y juventud del escritor en una Viena de pre-guerras, cuando la capital de Austria era uno de los centros culturales del mundo y la población confiaba plenamente en su viejo emperador y las instituciones. Stefan Zweig era de una familia acomodada de origen judío y gozó plenamente de la intelectualidad de la época, codeándose con los más grandes del momento. Antes de 1914 la Tierra era de todos y se podía viajar a cualquier lugar del mundo sin pasaporte; aún no se conocía lo que ahora aceptamos con total normalidad: la limitación de movimientos del ser humano. Zweig disfrutó de sus primeros años de escritor en una Europa cosmopolita y sin fronteras, cuando aún la opinión de los intelectuales era valorada y su independencia estaba garantizada.
Jamás pudo imaginar Zweig que su mundo se podría venir abajo en un instante, tampoco lo intuyó aquel hermoso verano de 1914 cuando el primer gran cataclismo descendió sobre tierra europea. Había empezado en el Viejo continente el ocaso de la libertad civil, la pérdida de los derechos más sagrados del individuo. Pero aún quedaba por venir lo peor; ni siquiera en las pesadillas más negras que pueda uno imaginar se podía concebir hasta qué punto puede ser peligroso un puñado de hombres. La Segunda Guerra Mundial generó, de un solo golpe, un retroceso de mil años de esfuerzos humanos, y aquellos europeos de la primera mitad del siglo XX vivieron en su propia piel el catálogo más completo de todas las calamidades imaginables. Stefan Zweig como judío, escritor, humanista y pacifista pasó de ser uno de los escritores más reconocidos del mundo, a un autor pisoteado, desposeído de su obra, prohibido en su propia lengua. No solo se vio privado de una nacionalidad que le llevó por un periplo de exilios, sino que perdió lo que más amaba: la patria de sus palabras; ese pequeño vals que cada día baila el escritor con el lenguaje. La fotografía de entrada bien pareciera el éxodo de aquellos tiempos, pero refleja un momento de júbilo en mayo de 1945. Se trata del Queen Elizabeth regresando al puerto de Nueva York con las tropas americanas celebrando la victoria en la cubierta. Zweig no pudo disfrutar de ese momento, se había suicidado tres años antes en su exilio de Brasil. A pesar de haber encontrado de nuevo el amor de una mujer, no pudo soportar la destrucción de los valores humanistas de su querida Europa.
Ahora que los ingleses están a punto de tomar las de Villadiego, pienso con satisfacción cuánto se ha construido en Europa desde aquellas ruinas de 1945; y no solo en lo económico, también en lo moral. El espíritu europeísta de Zweig cuajó, y así creamos unas reglas de juego comunes para que la historia jamás volviera a repetirse. El escenario comunitario se asienta sobre cinco pilares fundamentales que garantizan el respeto a la dignidad humana: libertad, igualdad, solidaridad, participación y justicia. Abstraídos siempre por las políticas nacionales, los europeos somos muy poco conscientes de este paraguas comunitario que nos ampara. Decía también Zweig que «solo una Europa unida nos defiende de la peor de todas las pestes: el nacionalismo perverso que envenena la flor de nuestra cultura». Hay que leer «El mundo de ayer» para saber de dónde venimos y lo que hemos conseguido.
Zweig subraya al final del libro que Europa siempre ha preferido el orden a la libertad y, en ese afán por la seguridad, vuelven a asomar bien visibles los indicios de la desventura: la xenofobia, el reclamo de cerrar las fronteras, el temor a lo extraño, los nacionalismos extremos. Justo, en estos momentos, tengo en mis manos un artículo científico sobre el genoma de los europeos. Desde que los humanos llegaron aquí hace unos 45 mil años, somos una tierra de migración y mestizaje; un revoltijo de etnias y razas que vinieron de África, de Oriente próximo, de Asia. No hay ni un solo rastro de singularidad propia en nuestro genoma.
Quizás ésa sea nuestra mayor grandeza.
©Fotografía: El Queen Elizabeth entrando en Nueva York (1945). Autor desconocido.
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13 Comments
Querida Rosa: me llega tu articulo en los primeros calores de la temporada como brisa fresca del mar. Me ha encantado y nos da pie a conversar y pensar. Todavia internet no ha llegado a subplantar una buena conversacion o tertulia, todo llegara. En la brevedad de este medio te apunto un comentrio y algunas sugerencias. Stefan Sweig ,como bien dices se suicidó en su exilio brasileño, despues de declinar una tentadora oferta de los EEUU. ¿Porqué se suicido él junto a su mujer, renunciando a una disfrutar de una vida de comodidades y reconocimientos? Por dignidad, dignidad y verguenza en seguir viviendo en un mundo del que formaba parte de esa cultura germánica, que ahora era nazi en su mayoría.
Sugerencias: un libro «Los placeres ocultos de la vida» Theodor Zeltin . Un documental sonoro : «La pantanada de Tous» Documentos RNE. emitido ayer 11 de junio y descargable en la web de rtve.
Feliz verano
Luis
Querido Luis,
Me encanta dar pie a una buena conversación y tertulia. Muchas ganas de compartir un buen rato contigo y con Mercedes.
Sí, Zweig se suicidó con su segunda mujer, con la que se había casado poco antes en Londres. No sabía de esa oferta que había recibido de EEUU. Todo le dignifica aún más.
Me apunto para el verano la lectura de «Los placeres ocultos de la vida» y sin duda alguna veré la «Pantanada de Tous».
Gracias por compartir e interaccionar, y por estar siempre ahí.
¡¡¡Buen verano!!!
R
Felicidades Rosa! Comparto en mi Facebook…
Un placer siempre David,
R
Como siempre me sorprendes!!! Feliz verano. Espero poder compartir un poco de este verano caluroso contigo.
Querida Melanie, ¡qué alegría saberte ahí! Seguro que este verano compartimos risas por Santa María. Soñamos todo el año con el verano en Mallorca.
Gracias mil,
R
Gracias por traer a colación en estos tiempos difíciles al gran Zweig. En efecto, su «mundo de ayer» es la antesala del mundo de nuestro hoy, tan olvidadizo y amnésico. En estos tiempos de bulimia consumista de estupideces, uno puede dialogar infinitamente con cualquiera de las numerosas y magistrales obras del vienés. Y ya que Luis te habla de una deliciosa obra de Theodor Zeltin, no le va a la zaga su «Historia íntima de la Humanidad», verdadero deleite también.
Hasta la próxima. Cordiales saludos.
Gracias Rafael. Sin duda alguna que este verano caerá Zeltin en mis manos; con esos títulos tan sugerentes, el disfrute está asegurado. Coincido contigo que la evasión y el diálogo con los libros ayudan mucho a sobrevivir el presente. No obstante, no soy tan negativa, afortunadamente existen personas, como vosotr@s , que aún se conmueven con pequeños gestos ajenos al consumismo. Buen verano mi querido amigo.
Contrastes de la vida!,
Un barco celebrando,
Dónde la gente anida,
Las pateras naufragando,
A esa gente quién la cuida?
La historia es un círculo y se repiten las mismas circunstancias una y otra vez……una y otra vez.
Gracias por esa quintilla.
R
A la vista de su despedida veraniega, como si de un programa de máxima audiencia en “prime time” televisivo se tratara, -pero mejor nos centramos en las letras, ¿verdad?- no he querido faltar a mi habitual cita con sus, a menudo, sincréticas entradas. Espero no llegar a resultarle cansino por lo de asiduo y replicante.
No puedo estar más de acuerdo con sus reflexiones acerca de la draconiana postura tomada por la mayoría de los gobiernos europeos frente a la dramática y particular “héjira” de tantos seres humanos que, golpeando con doble temor (de quien les aguijonea de muerte por la espalda y de quien con manos crispadas contra sus pechos les niega abruptamente auxilio) las pesadas aldabas que (o tempora, o mores) sustentaban los pilares que garantizaban el respeto a la dignidad humana… Pero la realidad les confirma en su desesperación de quizás no poder ni siquiera aspirar a recobrar parte de esa dignidad perdida. Su desgracia: intentar recalar en esta vieja Europa carente ya casi por completo de los valores humanistas sobre los que fue fundada; preocupada de “su” estado del bienestar, muchas veces sostenido por aquellos de los que ahora reniega, basado cada vez más en rentabilidades económicas elitistas y excluyentes; enfangada en vacuas, nimias y esperpénticas identidades cuyo origen, tal como usted ha señalado, hasta los más exaltados de los convencidos de la pureza de sus orígenes se sorprenderían de dónde provienen y con cuántos genes (de todos los colores y todos “mala gente”, seguro) se han juntado y mezclado antes de llegar a lo que ahora tan pomposamente presumen ser. ¿Realmente pueden esgrimirse dichos conceptos a la hora de rechazar a otros seres humanos? Por desgracia la historia nos demuestra que fue así en el pasado y parece que estamos condenados a seguir repitiéndola. Fuimos un espejo en el que el mundo quiso reflejarse y nos estamos empeñando, literalmente, en romperlo en mil pedazos.
Estimada blocaire i prometedora, tot i que encara amb alguns dubtes i certeses, escriptora; esperem expectants seus propers relats. Bon estiu.
PD. Rectifico mi reseña sobre su faceta de escritora, pues si se para a pensarlo tiene usted más de certezas –a la vista están- que de posibles dudas. Podríamos plantearnos si para considerarse como tal, el tamaño y la hondura es lo que importan, pero es evidente que nada serio resultaría de tan sutil disyuntiva si el debate llegara a desarrollarse con estos términos.
Querido Sapiens,
Mi actividad literaria es puramente amateur, sin ninguna pretensión adicional. Si, a través de mis pensamientos, genero dudas y controversias, el objetivo está cumplido.
Pues sí, la historia es un círculo que repite los mismos errores una y otra vez. La tecnología ha avanzado a pasos de gigante, pero el alma humana sigue exactamente igual que en los inicios.
Buen verano a la fresca,
R
Amiga bloguera, a estas alturas de nuestra relación epistolar debería ya haber aprehendido que mis, posiblemente cansinas réplicas, pueden encerrar, sin duda, sutiles e irónicas interpretaciones pero nunca, puedo asegurárselo, pretenderán ser retorcidas, ni encerrarán aviesas intenciones. Se lo comento porque no puedo por menos de sorprenderme cuando afirma que su actividad literaria es amateur y sin pretensiones adicionales (¿?)… pero que si genera dudas y controversias el objetivo estará cumplido (¿?). ¿No es esto en sí mismo un gran y doble contrasentido?
¿Cuál puede ser entonces el objetivo de un escritor? Se me ocurren unos cuantos: Ayudar a la gente a tener sueños, a experimentar nuevas situaciones y sensaciones, a ampliar conocimientos, a plantear dudas, a forjar ideales, a zarandear conciencias…
¿Todo esto le suena de algo? Me reitero pues en mis apreciaciones acerca de sus certezas y destrezas como escritora y, quizás para completarlas, habría que añadir aquel otro contrasentido que tan hermosamente expresó esa otra gran vitalista: “Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero…”
Si us plau, segueix-nos delectant i sorprenent «sense pretensions adicionals», que ja ens encarregarem seus seguidors de trobar-se-les…
Sempre és un plaer poder interactuar amb vostè.