Los hermanos Aquiles y Homero esperan cada tarde la llegada del vapor procedente del Golfo Sarónico, donde el Pireo se abre al mar para que uno pueda elegir entre el averno o el paraíso. Ellos optaron por el paraíso, de forma azarosa, al nacer en este rincón del Egeo que surgió de los rugidos de un volcán prehistórico.
En la Atlántida perdida de Platón, los dos pescadores madrugan para encontrar a los pulpos aún adormilados entre las aguas sulfurosas. Desde la barca de madera, lanzan la potera para atrapar los calamares y, mientras pican, repasan los cantos de la Odisea. Cuando eran niños, recibieron el libro de un marino sardo al que ayudaron a desencallar la barca varada entre los roquedales.
Una vez vendida la pesca, se encaraman a la misma boca del volcán con la burra Corinta, y trepan hasta llegar a la casita encalada que cuelga del acantilado. En las Cícladas, los tejados se enrasan con el mar en una línea continua de añiles y las casas se visten con un traje blanco de novia. Ellos tienen además una pequeña torre pintada de amarillo, que hace las veces de faro durante el día.
Los hermanos Papadopoulos se han hecho famosos en todos los puertos del Egeo, desde el estrecho de los Dardanelos hasta las orillas de Creta. Ganaron el concurso radiofónico nacional sobre mitología griega y arrasaron con sus conocimientos sobre las grandes gestas y los grandes héroes de la antigüedad. El premio es una sorpresa que llegará cualquier tarde en el vapor de las seis, cuando el sol comienza la desescalada y las corrientes marinas arrastran los barcos tierra adentro. Frente a la bocana del puerto apuran el café, mientras sueñan con arreglar la barca y renovar las redes y aparejos, que no han conocido remiendo desde los tiempos del imperio otomano.
Por fin, un sábado de primavera llega el séquito radiofónico, con la bella Penélope, melena al viento, subida a unos tacones de 20 centímetros. Improvisan un escenario sobre la dársena para retransmitir en directo la deliberación. No queda ni un alma en sus casas; han venidos de todos los rincones de Santorini para arropar a los paisanos y, de camino, disfrutar de los encantos de la presentadora. Con un repique de tambores, la bella Penélope comunica a la audiencia que Aquiles y Homero han ganado un viaje que rememorará la estela de Ulises. Comenzará en Troya, con el solsticio de verano, y finalizará en Ítaca un mes después con el solemne recibimiento de las autoridades. Los hermanos se miran y niegan con la cabeza. No hay una sola razón en la Tierra que les anime a aventurarse a una odisea de tal calibre. Ellos conocen mejor que nadie los peligros del inframundo y de ninguna manera se dejarán engatusar por cíclopes, musas y cantos de sirenas.
Desesperada, la reina de los mares les acerca el micrófono para que expliquen las razones de tan sorprendente negativa.
—No nos queremos dejar engañar por la realidad —responden al unísono.
Como cualquier otra mañana, los hermanos Papadopoulos bajan al puerto donde tienen preparadas las poteras con los cebos. La burra Corinta, amarrada en el muelle, ve cómo se aleja el barco que lleva de vuelta a la bella Penélope. Le dedica un sonoro roznido de despedida. La estrella mediática se alegra de dejar atrás esa condenada cárcel de lava. Con un vestido vaporoso que ondea al viento piensa dónde encontrar a otro maldito isleño que quiera emprender el viaje de Ulises.
Fotografía: Santorini 1954 @Robert MacCabe
9 Comments
Genial. Simplemente genial. Además, me encanta ver que, como Ulises, consiguen resistirse al canto de las sirenas (mediáticas). ¡Bien por Aquiles y Homero!
Con lo tranquilos que viven Aquiles y Homero, la Divina les quería meter en un berenjenal. Dice un amigo biólogo (Alejandro) que los cantos de sirena que escuchó Ulises/Odiseo eran los reclamos nocturnos de las pardelas cenicientas. Me parece muy bello. En este enlace se pueden escuchar sus cantos: (https://www.youtube.com/watch?v=e-pPi748fp4).
Un abrazo, Pedro
Cualquier humano, envidiaría a este par de agraciados; Aquiles el de los pies serenos y en el suelo y a Homero el vividor de historias en el lugar de origen.- Una delicia de vida , la que disfrutan día a día y que la bellísima y exuberante Penélope; ni sabe ni puede comprender, pues aún no ha descubierto el motivo que llevo a Odiseo a dejar su Ítaca y que seguramente terminaría en esta otra isla afortunada del Santorini que, posiblemente no vuelva ya a manifestarse en su figura más terrorífica.
Querida Rosa: cuando se alcanza la genialidad, ya no existen grados; continua en tu caminar literario.- Chapeau colega.
Yo a la que envidio de verdad es a la burra Corinta, esperando frente al mar que los dos pescadores terminen la faena. Es la que despide a Penélope con un roznido que viene a decir: tanta gloria lleves como paz nos dejas.
Un abrazo, Antoñico.
Ja ja ja; gracias por recordar a la pollinica; se me ha quedado atrás.; con la gracia que tiene su roznido de despedida. Eres fenomenal, Rosa.
Hoy en día somos un buen montón de Aquiles y Homeros, demasiado acostumbrados a tener que escuchar casi a diario los cantos de sirenas que nos están haciendo naufragar cada día un poco más.
A veces también nos tropezamos con gente extraordinariamente sencilla, adalides de la sabiduría, que en su parca formación intelectual dan clases magistrales a los más ensoberbecidos entendidos, con una naturalidad digna de personas como solo ellos pueden ser.
Imagino a Aquiles diciéndole a Homero: “Quiá, ahora nos van a venir con cuentos a nosotros”.
Y siguieron tan ricamente sentados apaciblemente en la bocana del puerto.
Ojalá…
Ya te digo, Roberto. Se quedaron en la gloria. Para cantos de sirenas estamos. Y coincido contigo: la gente más sencilla es la más sabia. Es una ley que nunca falla. Desconfía siempre de los que se ponen de ejemplo. Gracias Roberto y mis recuerdos a esa tierra de arcilla. Un abrazo.
Estimada bloguera y novel novelista…
No gracias. No nos queremos dejar engañar por la realidad, le responden al unísono a la taimada sirena los dos hermanos.
¡Pues no nos ofrecen los muy ingenuos el viajar en busca de nuevos acontecimientos y sensaciones tras las huellas de nuestros legendarios héroes! Exclama Aquiles.
¡Pero, no es eso lo que hacemos todos los días desde nuestra dorada atalaya! Le replica Homero.
¡Qué par de sabios los hermanos Papadopoulos!
Toda una declaración de principios en estos tiempos de retorno a la nueva normalidad. ¿Habremos aprendido algo?
Por la actitud taciturna de la bella Penélope me temo que para muchos va a ser que no.
Sempre un plaer llegir els seus relats.
Me temo que no hemos aprendido mucho, Canijudiensis, a la vista de las mascarillas y guantes tirados en la calle. Somos una especie invasora. Y sí, me parece que Aquiles y Homero tienen grandes principios y no se dejan llevar por los cantos de las sirenas. La pobre Penélope se fue con el rabo entre las piernas (o la cola). No todo el mundo está deseoso de dejarse engatusar por una realidad ficticia. Gràcies sempre, mestre