Tengo que confesar que he reído con la historia de Roy Sullivan, a pesar de su tremenda desgracia. Este pobre hombre de Virginia, guarda forestal del Parque Nacional de Shenandoah, fue alcanzado hasta en siete ocasiones por un rayo a lo largo de su vida; y cada una de las descargas fue mermando una parte importante de su cuerpo, desde el dedo gordo del pie derecho hasta el último pelo de la cabeza. En el hospital de su ciudad ya no daban crédito y era conocido por todo el personal como “El Pararrayos”. Su mujer acabó dejándole, no sólo por la sospecha de estar casada con un condensador eléctrico, sino porque salir de paseo con este hombre era toda una temeridad. Los matemáticos han calculado la probabilidad que existe de ser alcanzado por un rayo una vez en la vida y es la misma que ser premiado con el Gordo de Navidad. La probabilidad disminuye a uno entre ¡veintidós septillones! cuando se analiza el escenario inverosímil de ser impactado siete veces. Roy Sullivan retó los principios de la Estadística y demostró al mundo que la lotería puede tocar en varias ocasiones (esto ya lo sabían algunos blanqueadores de capital, ladrones de guante blanco).
Otro colmo de la mala suerte es la historia del matrimonio inglés Jason y Jenny Cairns-Lawrence, intrépidos e inofensivos viajeros, de aquéllos que estudian las guías Michelín al detalle y subrayan los locales donde se come bien a bajo precio. Fueron testigos, mientras se encontraban haciendo turismo, de tres de los más sangrientos atentados de los últimos tiempos: el de las Torres Gemelas de Nueva York en septiembre de 2001; el ataque con bombas al centro de Londres en julio de 2005, y el magnicidio de Bombay (India) en noviembre de 2008. La Interpol les tuvo en el ojo de mira durante largo tiempo porque no era creíble la inocencia de una pareja que aparecía siempre en el lugar del crimen. Jason y Jenny se limitan ahora a pasear de la mano por la campiña inglesa, valorando la tranquilidad del nido propio.
De todas las historias escudriñadas en los anales de la mala suerte, la más increíble es la del texano Henry Ziegland. En 1883, cuando salía de su casa, esquivó una serie de disparos que le dedicó un cuñado resentido. Una de aquellas balas de plomo quedó alojada en el interior de un árbol de su jardín, oculta durante 20 años. Henry decidió hacer reformas en el exterior de su vivienda, y no se le ocurrió otra idea que volar con dinamita el árbol que dos décadas atrás había retenido su propia muerte. La explosión liberó la bala que salió disparada directamente hacia su cabeza, causándole la muerte en el acto. Esto nos revela que las venganzas de la familia política pueden ser de lo más truculentas.
Esta trilogía de grandes gafes de la historia me induce a plantear una serie de preguntas: ¿qué porcentaje de los derroteros que toma la vida son fruto del azar? ¿Cómo puede influir la buena o la mala suerte en nuestro viaje por este mundo?
Si en mi ciudad hubiera un club de escépticos, yo sería la presidenta. No pongo en duda la ocurrencia de tragedias fortuitas que pueden desviar el rumbo de este crucero particular, que es la vida, por el océano del tiempo; ni recelo de la existencia de golpes inesperados que pueden hundirnos como el Titanic. Ahora bien, creo sinceramente que aquello que llamamos buena suerte depende en gran parte de nosotros mismos, y de la capacidad que tengamos de crear circunstancias para que ésta llegue. Las oportunidades no aterrizan en nuestras manos por casualidad, y del cielo no caen grandes cosas, si acaso alguna descarga eléctrica como las que sufrió el pobre Sullivan. El refranero es sabio: «caerle a uno la breva en la boca, no es suerte poca«. Don Jacinto Benavente ya afirmaba hace casi un siglo que «todos creen que tener talento es cuestión de suerte; nadie piensa que la suerte pueda ser cuestión de talento”. Y esta falsa creencia, la de pensar que el mérito de una persona es fruto de una buena estrella y no de su esfuerzo e ingenio, es algo que interesa alimentar a ciertos individuos para esconder su propia mediocridad.
Con mayor o menor destreza, caminamos como un funambulista por la cuerda floja. En ocasiones cuesta mantener el equilibrio, y la desventura nos acecha. Para esquivar los abismos hay que andar siempre hacia adelante con decisión, y llevar la carga bien colocada: las malas experiencias al fondo de la mochila, aplastadas y diluidas por las buenas. Mi consejo es que en vez de llenar la vida de amuletos, chamanes y visionarios, con el propósito de buscar fortuna y felicidad, nos rodeemos de buenos amigos; compañeros en el camino que le ayudan a uno a digerir los errores, a reconducir los golpes y a recordarnos cada día que las energías hay que gastarlas en fines positivos.
No hay nada más cansino que un victimista crónico, personas convencidas que su infortunio es único. Al igual que la alabanza propia envilece, la autocompasión desacredita. Llegado este momento de poner punto y final al relato, retomo las sabias palabras de Sancho Panza: «Quien canta, los males espanta«.
¡Buenas noches y buena suerte!
Imagen: Funambulista de Kiko Rodríguez
16 Comments
Simplente fantástico.
Pero que conste que a mi no me tocó nunca la lotería, quizás porque no juegue, pero si me han caido dos rayos. Y hay testigos!!!
Un beso Rosilla
Si pensara en una persona con la remota posibilidad de ser impactado por dos rayos, ¡ése serías tú! Es que «brujuleas» mucho por el campo». Un beso con suerte
Estupendo mamá. Me encanta la manera en la que consigues expresar tus sensaciones a través de las palabras. Te quiero mucho mamá.
Un beso de tu hija Teresa.?
Te respondo también desde la misma cuenta Teresa. Qué decirte…… que eres preciosa, en todos los sentidos
Felicidades Rosa, lo cuelgo en mi Facebook… 🙂
Gracias David por esa generosidad
Hola Rosa,
Preciosa entrada en el blog, no puedo estar mas de acuerdo con ella, pues incluso puedes tener mala suerte dentro de la buena suerte, el mejor ejemplo es una experiencia personal jugando a la loteria en el sorteo de Navidad de 2010, estaba trabajando en Santurce, y en donde tuve la suerte que me tocara medio decimo del número 79251 que jugaba con mi suegra, fue el número posterior al gordo de Navidad, el 79250, casi nada.
La buena suerte es que me toco un pellizco de 1500€…la mala suerte es que me quede a un solo número del gordo….. ,Jugar a la loteria no fue suerte, la suerte es que me tocara ese número. la próxima vez sera, eso si, veo dificil volver a estar más cerca. ^_^.
Saludos, muchos recuerdos a todos y un fuerte abrazo desde Kuwait. ^_-
PD:
Este pasado año2015, aunque el gordo es mayor, esta aproximacion solo daban 2000€ en vez de los 3000€ de 2010
Está claro que la lotería te ronda, moreno. Verás tú que vas a encontrar más petróleo en Kuwait y te van a llenar de petrodólares. Suerte por esas tierras
Tomo nota, amiga, y me aplico el consejo, que los tuyos siempre fueron buenos. Que conste que eres una mujer con suerte:buscad y conseguida. Basta con ver a tu familia!
Carmeta, entre esos amigos que le ayudan a uno a digerir los errores te incluyo a ti. Tú serías la vicepresidenta del club de escépticos. Gracias primor
Realmente preciosa tu entrada, Rosa. Yo les contaba a los niños y a las niñas un cuento que tenía esta retahila: «¿BUENA SUERTE? ¿MALA SUERTE? ¿QUIÉN LO SABE?» (Teresa, sin duda, se acordará). Y es verdad que el hilo que relaciona ambos aspectos es muy delgado, y que ellos mismos son muy relativos.
Me alegra poder leerte y aunque no me haya atrevido por pudor a comentar, me encanta encontrarme con cada uno de tus textos. ¡Enhorabuena, siempre!
Un gran abrazo.
Pepe Cañas
Querido Pepe, qué alegría saberte ahí. En mi anterior entrada recordaba a mi maestra Doña Teresa como un referente de mi infancia; sin duda tú has sido ese maestro clave en la infancia de Teresa. Ese despertar a la lectura y la escritura de Teresa proviene de la ilusión bien trasmitida de tu parte. Tu comentario me ha alegrado el día. Gracias siempre
Qué bueno que escribiste! Pasmado me quedo con la trilogía que nos regalas, aunque ya no se si las historias son fruto de tu perfil metódico de investigadora y documentalista, o inspiración de este desmelenamiento literario al que últimamente te abandonas, pero en cualquiera de los casos ….ADMIRABLE. En cuanto a la suerte, esta la suerte de lo que vamos alcanzando, que tiene más que ver con el empeño y el esfuerzo, y también está la suerte de lo que te alcanza a ti, que tiene más que ver con la capacidad de disfrutar de lo cotidiano, de sentirse afortunado con lo que hay……como yo que tengo la suerte de tener una cuñada como tu……ja, ja, ja….
La trilogía es seleccionada y documentada. El desmelenamiento literario también es cierto. De hecho algún amigo me ha sugerido que cambie la marca «laletradelaciencia» por «lasparidasdeRosa»; ya veremos. Al igual que la vida nos lleva por derroteros desconocidos, igual ocurre con la pluma. Ambos tenemos suerte de tenernos, en la lejanía del espacio, pero en la cercanía del aprecio. …….Cada día más guapo!!!!
Estimada bloguera, tal como apunta uno de sus incondicionales lectores, pareciera que sus derroteros literarios hubieran perdido el norte de sus intenciones iniciales. Que conste que no es queja, si no más bien reconocimiento de su devenir como escritora, de su variedad y riqueza literaria; que como pasa con los buenos vinos y las mujeres “hermosas” ganan en matices con el transcurrir del tiempo.
Pero… dejémonos de alabanzas, no vaya a resultar que su propia autocomplacencia, permítaseme la ironía, pueda llegar a envilecerla o desacreditarla. Circunstancia que sus más fieles y embelesados seguidores lamentaríamos en grado sumo.
Quisiera hacer algunas puntualizaciones al contenido de su entrada…
Cierto que lo de la búsqueda afanosa de la fortuna y la fama me resulta, por decirlo finamente, cansino. Desde mi más modesta opinión, valoro mucho más el mérito que el éxito. Lo primero dignifica a cada persona dentro de sus posibilidades y además no precisa de un talento especial. Lo segundo quizás requiera de mayores capacidades, pero por desgracia, las mismas que muchas veces se emplean para encumbrarse y darse vacua notoriedad.
Leí por algún lado que la felicidad consiste en disfrutar de las cosas que se tienen, entendidas éstas como “lo que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, natural o artificial, concreta, abstracta o virtual”. Y saber disfrutarlas y padecerlas, en definitiva, compartirlas con nuestros seres queridos, mejor que mejor, añado yo.
Quizás ahí esté el secreto de nuestro efímero y titubeante transcurrir por la cuerda floja de este mundo.
Aunque eso sí, la mochila mejor ligera de equipaje, que uno ya va cumpliendo sus añitos…
No per reiterat menys sincer: prossegueixo enterament als seus peus.
Coincido plenamente en sus apreciaciones. Pienso que el éxito momentáneo sí puede ser un golpe de suerte; ahora bien , mantenerse largo tiempo en el éxito es fruto del mérito.
Respecto a la felicidad, no pienso que sea un sentimiento, sino una actitud. Comparto también su concepto de felicidad.
Moltes gràcies pels seus savis comentaris.
Rosa