El sueño de Ludmila

19 noviembre, 2019
Ludmila

Después de su estrepitosa decepción como dramaturgo, Agustín Valeriana retomó con energía el negocio familiar. Aceptó el envite de su padre para agarrar las bridas de “La Dormilona”, un comercio de colchones y almohadas que inauguró su bisabuelo durante el periodo de entreguerras. El bisabuelo Jacinto padecía de narcolepsia, que entonces no tenía diagnóstico ni cura, lo que le llevó a probar todos los sofás, camastros, sillas, sillones, canapés y chaise longues de la ciudad. Fue así como se hizo un experto en la materia. La anécdota que durante un siglo se viene repitiendo en las comidas familiares recuerda el casamiento de la única hija del bisabuelo: el padrino se quedó frito en la banqueta de terciopelo, en posición fetal hasta que acabó la ceremonia. Aunque el monaguillo hizo todo lo posible por interrumpir el sueño de don Jacinto, finalmente hubieron de sacarle a hombros en estado yacente, como en una procesión de Semana Santa.

La Dormilona había pasado de padres a hijos dando lugar a una estirpe de hombres aletargados y comodones. Los Valeriana pasaban el día probando el género, de aquí para allá, en un local donde reinaba una sosegada penumbra y cierto aire polvoriento. El dramaturgo rompió con la tradición: tiró el mobiliario, rehabilitó el local con materiales a la última, abrió las ventanas, colocó hilo musical, perfumó el ambiente y diseñó los escaparates con los mismos escenarios que en su día utilizó para representar El Sueño de una noche de verano. Los viejos jergones de muelles, somieres de rejilla y almohadas de pluma dieron paso a colchones viscoelásticos, de látex, de espuma HR con Fresh-gel, así como reposacabezas de carbón activo que, al pulsar un botón, te regalan un masaje en las cervicales mientras suena música de meditación.  «Regreso al útero materno» es el nuevo lema del negocio.

Agustín Valeriana tenía la teoría –contrastada científicamente- de que el éxito de un matrimonio depende del colchón; es el campo de batalla de una guerra sin descanso. Con esta premisa, la Dormilona se convirtió en una consultoría matrimonial. Venían parejas de lo más variopintas: iniciados y veteranos, amantes eternos y casuales, sosainas y juguetones, posesivos y libertarios…. Aunque lo que más abundaba eran los matrimonios convencionales, mimetizados ya en el aburrimiento. Agustín sometía a los clientes a un profundo estudio: edad, peso, altura, tiempo de convivencia, problemas respiratorios, alimentación, hábitos deportivos, y otras particularidades más íntimas que recogía a través de un cuestionario. Las habilidades del libretista para dar con el lecho adecuado determinaron un considerable descenso en el número de divorcios y una celebración inusual de bautizos en el barrio. Después de treinta años con un índice de natalidad por los suelos, los kioscos de chuches volvieron a abrir sus ventanucos para los niños.

La buena estrella de Agustín Valeriana vino a reafirmarse con la aparición de Ludmila, una zíngara con ojos de gata que no llegaba al metro cuarenta. Arrastraba una mata de pelo del color del trigo dorado con ondas de caracolas marinas. Su nacionalidad era confusa: tenía el dulce aspecto de una matrioska rusa pero escupía palabras con un duro acento traído de los tiempos del Telón de Acero. La bella Ludmila caminaba a paso de tropa sobre unas plataformas verdes de quince centímetros y siempre llevaba, bien agarrado, un bolsito plateado de lentejuelas.  

La pequeña de los Cárpatos buscaba un colchón especial, porque sus hábitos de sueño no eran de este mundo. Había nacido con una hermana melliza y su padre las acostó, desde el primer día, invertidas como dos zapatos en una caja. La muchacha no era capaz de dormir sola, y mucho menos del derecho; tenía que poner los pies sobre la almohada y agarrarse fuerte a las piernas de alguien para pillar el sueño.

Ludmila de las Zancas Verdes probó la mercancía del Valeriana (en todos los sentidos) y juntos retozaron por el local como dos animalillos silvestres. Finalmente quedaron rendidos en un viscoelástico con forma de cartón de huevos. Ella con los pies a la altura de las partes nobles del dramaturgo y girada en sentido contrario.

La ladrona de guante blanco se adormiló pensando que aún le quedaban varios meses de tranquilidad antes de que se descubriera el cambiazo. Entonces tendría a la INTERPOL pisándole los talones. Palpó de nuevo el bolsito de lentejuelas y vio que seguía allí: el mayor diamante del mundo, el orgullo británico de las minas de Kimberley, estaba a buen recaudo bajo su protección. Ahora debía urdir un plan para vender la joya sin despertar sospechas.

……Y así fue como se durmió con la seguridad de que el colchonero le había caído del cielo.

(Continuará)

Imagen: ©Sol ardiente de Frederic Leighton

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10 Comments

  • Reply Antonio Rafael Parrilla Muñoz 23 noviembre, 2019 at 10:32 am

    Genial!! amiga Rosa; como despiertas nuestro interés por la lectura de tu magnifica entrada, confirmando el caudal que desborda la fuente de tu mente.
    Nos mantienes durante todo tu escrito en permanente interés y disfrute; consiguiendo que, conozcamos «de toda la vida»al personaje Agustín Valeriana y como siempre (ya nos tienes acostumbrados) nos dejas asombrados con el sorprendente giro, que das a su acomodada vida, al toparse con el ciclón de los Carpatos, representado por Ludmila de las Zancas Verdes. No nos queda la menor duda de que esta pequeña y muy espabilada criatura, le dejará sin sueño además de otras muchas cosas.
    Genial, querida Rosa.
    PD. esperamos ese «continuará»

    • Reply Rosa 23 noviembre, 2019 at 8:32 pm

      Ja ,ja ,ja. Veremos qué le depara al bueno de Agustín Valeriana la Zíngara de los Cárpatos. Nada bueno. ¿O sí? Esto parece un serial de los 60. Gracias Antonio.

  • Reply Margarida Valverde 23 noviembre, 2019 at 6:59 pm

    Sí esperamos…..me encanta como y lo que escribea ?

    • Reply Rosa 23 noviembre, 2019 at 8:32 pm

      Gracias a ti Margalida. A ver por dónde tiro ahora con la historia…….

  • Reply Pedro Conesa 24 noviembre, 2019 at 10:08 am

    Ja, ja, ja… parece un serial, efectivamente y como bien dices. Ansiado me dejas esperando la continuación, tal vez no conclusión. Emoción, intriga… ¡Genial!
    Un fuerte abrazo agradecido.

    • Reply Rosa 24 noviembre, 2019 at 4:52 pm

      Gracias Pedro. En el tercer y último capítulo, remato. Ahora mismo ando con dos trabajos a la vez: el nuestro y la promoción del libro. Deseando estoy de retomar la escritura tranquila y plácida y darle a Ludmila de las Zancas Verdes la atención que se merece. Un abrazo.

  • Reply HOMO SAPIENS "CANIJUDIENSIS" 29 noviembre, 2019 at 5:33 pm

    Estimada bloguera y novel novelista con trazas de Nobel.

    Le reconozco que me dejó un tanto descolocado su penúltima entrada (Tempestad sobre el escenario), y tanto cavilé que he tenido que leer esta última para percatarme de mi imperdonable ausencia de réplica de la anterior. Así que si me lo permite aquí retomo y refundo mis modestas opiniones o aportaciones a los contenidos de su blog.

    En esta nueva historia por entregas, al más puro y añejo estilo periodístico, vuelve a regalarnos con su habitual maestría y elegancia literaria, que pareciera ya una cualidad innata en usted, un desfile de personajes y sucedidos que bien podrían ser la base de una nueva novela si usted no se empeñara, como así me temo, en seguir creando interesantísimos personajes cuyo destino despacha en un par de capítulos dejándonos a sus fervientes seguidores con ganas de mayores profundidades literarias.

    Lo bueno, si breve, dos veces bueno, sería seguramente su refranera contestación, pero creo que al igual que en su brillante novela “breve” (Canción de mayo) sus protagonistas principales bien hubieran merecido o merecerían un mayor desarrollo de sus historias personales.

    Usted ya nos ha demostrado que domina el relato corto, atrévase a darle maga ancha a sus nuevas creaciones literarias sin miedo a que se desboquen y se dispersen. Estoy seguro que con su ya contrastada destreza literaria conseguirá devolverlas a todas a su particular telar literario en donde con su gracejo e impronta tan personales hilvanará con todas ellas otra meritoria novela. No me cabe la menor duda al respecto.

    No m’ho prengui com una crítica, no és més que pur egoisme per perllongar el gaudi que la lectura de la seva amena prosa literària ens aporta.

    Esperando que a pesar de lo anteriormente expuesto no decaiga la publicación de estos suculentos relatos blogueros, quedo como siempre prendado a sus pies…

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 1 diciembre, 2019 at 7:16 pm

      Querido Canujidensis:
      Sí, todos los lectores tenéis razón, despacho a los personajes en un plisplás y no les dejo expandirse más por el mundo literario. En la próxima novela me dirán que me he pasado tres pueblos dando explicaciones. Me temo que mi mente sintética es así; no doy para más. Me cuesta alargar el relato. Mi estilo es pin pan pun y se acabó.
      Gracias por su eterna confianza y bienvenido de nuevo a los comentarios. Con cariño….

  • Reply Ester Melero 18 diciembre, 2019 at 5:56 pm

    El dramaturgo metido a vendedor de colchones, la ladrona probándolos en posición siamesa, personajes lindando con el absurdo….Y un ritmo trepidante en la narración……Rosa, ¡me has alegrado el día! Sigue por ahí, es divertido. Ester Melero

  • Reply Rosa María Mateos Ruiz 18 diciembre, 2019 at 5:58 pm

    Gracias Ester. Sí, raya el absurdo. Per quién sabe, lo mismo Ludmila de las Zancas Verdes existe y anda por ahí robando a tutiplén. Un abrazo.

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