Es bien sabido que el crecimiento indefinido del pelo y la barba es únicamente una característica de nuestra especie, un gen perdido que no compartimos con el resto de los primates, ni con los mamíferos en general. Aún no se sabe con certeza a qué se debe tal peculiaridad que nos lleva a frecuentar peluquerías y barberías cada cierto tiempo. Según el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, el cabello y el peinado es una razón social, no ecológica, y constituye un instrumento de comunicación entre nuestros congéneres. La forma de tu cabellera define quién eres y el poder que tienes.
Tener un pelazo da poderío dentro del grupo y te eleva rápidamente a un rango superior. En las culturas antiguas, el pelo largo en los varones era símbolo de valor, coraje y virilidad, y cortar la cabellera a los enemigos era una de las peores venganzas; ahí queda en la mitología la leyenda de Sansón. En el historial de los grandes guerreros y guerrilleros dominan las tupidas pelambreras; desde los espesos rizos de Alejandro Magno a la desenvuelta melena del Ché Guevara. Dicen los psicólogos que el pelo da liderazgo, confianza, credibilidad, y que afianza la buena percepción que uno tiene de sí mismo.
Mientras que las mujeres gozamos de buen pelo casi la mayor parte de nuestras vidas, las hormonas masculinas van mermando el cabello en los varones paulatinamente. La visión darwinista es muy dura en cuanto a asuntos capilares se refiere: el pelo es un elemento fundamental en la selección sexual. Las chicas elegimos entre el abanico de posibilidades que ofrece el grupo de machos y seleccionamos a aquéllos que muestran los indicios de mejores genes. Los jóvenes de la manada con síntomas de alopecia y pelo frágil lo tienen crudo, rápidamente identificamos estas características como debilidades que no queremos trasmitir a nuestra descendencia.
Pues sí, la selección natural determina que un joven sin pelo lo tenga más difícil que el portero de un seminario. Ahora bien, los calvitos se trabajan duramente otras habilidades. Por un lado están los asiduos al gimnasio, para fortalecer otros aspectos del plumaje (hay muchos foros en internet sobre este asunto). Otros desarrollan unas habilidades subliminares que los machos alfa ni se imaginan; se afanan en mejorar su inteligencia emocional y se curran a fondo las destrezas sociales: la simpatía, el gracejo, la ternura, el don de la palabra y la buena conversación… Éstos últimos acaban dominando el arte de la seducción con mucha más maestría que Harrison Ford en sus mejores tiempos. También hay numerosos lampiños entre los culturetas, y la literatura universal se nutre ampliamente de caballeros con la frente despejada: Cervantes, Shakespeare, Goethe, Flaubert, Dostoyevski…….., y nuestro premio Nobel Juan Ramón Jiménez, que alaba en sus escritos la calva precoz de Ortega, por solidaridad.
Los asesores de imagen de los actuales políticos lo tienen claro: el pelo da votos. He ahí los enormes esfuerzos de Pepe Bono y Silvio Berlusconi, entre otros muchos, por repoblar y cubrir sus entrantes y salientes (en esto último, el italiano se esmera menos). La biodiversidad política es amplia en asuntos capilares. Tengo una amiga catalana que no sabía si votar el flequillo tieso de Más o la calvita bailona de Iceta. El panorama nacional es también muy halagüeño con los emergentes de la coleta y la muchachada imberbe liberal. De los antiguos sólo puedo decir que llevan ya muchos años tomándonos el pelo.
En fin, ese maravilloso gen nuestro puede dar mucho que hablar. Yo me quedo con el consejo de mi madre: «puedes ir con cuatro trapillos, pero si vas bien peinada tienes medio cielo ganado».
…… Ésta sí es una gran verdad.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/08/31/ciencia/1441031460_976274.html
Imagen: La Chonchi por David Zaafra. https://www.facebook.com/zaafra
12 Comments
Divertido relato . ¡Felicitaciones!
David
Gracias David. Tu Chonchi es divina, llena de glamour. Un abrazo
Me gusta que hables de » los pelos, peinados» con tanto humor . Es una cruz ver a mi hijo con el pelo lleno de rastas hasta » el culo» y un flequillo de medio metro que no le deja ver el horizonte en su afán de bus car su camino, de confirmar su valía al margen de la sociedad. Debe ser que es muy bravo el muchacho.
Pero yo se que es una enfermedad, como el sarampión, y pronto se pasara. Mientras tanto, humor.
Besos a mi cuñadisima.
Daría para otra entrada el carácter reivindicativo del peinado y el corte de pelo. Yo tengo a uno que me vino el verano pasado con un mohicano, y casi me da un patatús. La personalidad de un joven se forja a costa de cargarse la de sus padres. Ésto es algo que debemos aceptar y dejar que corra el agua y el tiempo. Gracias por estar ahí. Rosa
Rosa, lo has vuelto a hacer. Te has salido. Vaya mano tienes con las letras. Así es, parece que pasada la etapa de emparejamiento el pelo de los varones forma parte del «soma desechable» y prescindible, que nos hace envejecer. Nuestro destino es o bien perderlo del todo o conservarlo pero en forma de blancas canas resistentes. Un consuelo pobre. Yo de momento aguanto a medias tintas y no renuncio a poder seguir transmitiendo algo de información social entre las XX. Abrazo.
Querido Alejandro,
Esta entrada se debe en gran parte a tus conocimientos y tu inspiración; sin duda. Gracias por ello. No pierdas la esperanza, las XX valoramos mucho otros aspectos como deja a relucir el texto. Un fuerte abrazo en la distancia.
Es cierto, querida cuñada, lo presente que esta el pelo en nuestro paso por este mundo y el juego que da. Usando el pelo se critica, se vaticina, se discute, se conquista…..y la de expresiones que juegan con él: «pelillos a la mar» ó «mi cuñada no tiene pelos en la lengua» (como tengo varias la que quiera que entre..je,je). Soy de los que pasados los cincuenta cuenta con una buena mata de pelo, objeto de admiración en las reuniones de amigos de la EGB; mata, que comienza a platearse por las sienes. Esto supone un gran alivio para mi, pues nunca supe responder con claridad a la pregunta: Cómo quiere usted que le corte el pelo? Y deseo tener pronto mi mata de pelo totalmente encanecida para girar mi cabeza y decir satisfecho a la peluquera: «Lo quiero como Richard Gare en Pretty Woman»
Gracias cuñá, me he reido mucho imaginando mi momento glorioso frente a la peluquera…..aunque mi mujer insiste que la jovencita que me corta el pelo no tiene ni idea de quien es ese tío.
Ya quisiera el Richard Gere tener tu tupé. Serás un señor mayor aún más interesante con esas sienes plateadas. Además de tu abundancia capilar, no tienes ni un pelo de tonto, ….por añadir más expresiones. Beso enorme
Y pensar que hay algunos que se destrozan el pelo y el sex appeal a base de brillantina!. Se ve que son de los que no han leído nada de antropología…o nada de nada.
Esos que les ha lamido la vaca me dan grima. Hija mía, si, leemos muy poco y así nos va. Nos toman el pelo como quieren. Entre la Cata y tú rellenáis unos cuantos edredones con la pelambrera. Qué buenos genes tenéis las Barceló!!!!
Vista la imperdonable falta de corrección política de nuestra estimada bloguera por centrarse en esta entrada casi exclusivamente en los pormenores que por su abundancia, carencia o escasez puedan sufrir los hombres; me permito añadir desde la perspectiva de la escasa madeja de hebras del tirabuzón de mi flequillo que convierte mi cabello, si no en melena o guedeja, en una pelambrera que, de momento, me libera del uso de postizo peluquín, peluca o bisoñé; afirmo por tanto, sin tupé ni pelos en la lengua, y proclamo gozoso la hermosura de las mujeres cuando lucen con orgulloso encanto sus abundantes cabelleras, o rizando aún más el rizo, si están jalonadas de coquetas trenzas, coloridos mechones, ingeniosos rodetes o atrevidas coletas. Armas infalibles frente al más rudo de los barbudos, el más tierno de los lampiños o el más simpático de los calvetes…
Molt bé. Quedo, malgrat tot, molt enamorat als seus peus …
Querido amigo, no tengo ninguna falta de corrección política, es que me gusta meter el dedo en el ojo. Disfruto levantando un poco de polémica.
Recurro al refranero español para que lo entienda:
«La habilidad del barbero consiste en dejar patilla donde no hay pelo» .
Quédome a sus pies.