Mi hijo nació poco antes de cumplir los nueve meses de casada. El niño fue rollizo y hermoso, rebatiendo así la versión del parto prematuro. Cuando giré su cuerpecillo encontré, tal y como esperaba, la marca de Australia.
Aquél corto viaje en el invierno de 1999 propinó un vuelco trascendental a mi aburrida existencia. Con un título universitario bajo el brazo, y condenada a celebrar una boda inminente, tomé el tren en la estación de Chamartín para regresar a casa. Así lo habían dispuesto desde hacía tiempo mi propia familia y la de mi novio. El compañero de viaje era un señor muy elegante, chapado a la antigua en la vestimenta, y con una profunda voz que regalaba palabras ya olvidadas en el vocabulario. También iba a Santander y comentamos sin importancia la tormenta de nieve que amenazaba con azotar el norte de la península. El caballero era escritor de novela negra y andaba ultimando una historia sobre una aristócrata rusa que había matado a sus cuatro maridos. En el vagón de la cafetería empezó a relatarme el primer asesinato, mientras las tierras castellanas se cubrían de un manto blanco cada vez más espeso. Con las intrigas del segundo marido, el tren fue reduciendo poco a poco su marcha hasta frenar definitivamente en el apeadero de un pueblo de la provincia de Palencia. La nieve y el hielo habían cubierto la vía y se hacía imposible continuar el viaje por aquel entramado de montañas.
Los viajeros nos repartimos entre las casas de los vecinos, bajo la coordinación y el mando de la alcaldesa. Él me puso el abrigo, cogió mi maleta y me brindó su brazo para no resbalar. Nos enviaron a la casa más alta del pueblo donde un viejo matrimonio de pastores nos ofreció una cena caliente y cobijo para la noche. Aún no puedo creer que me colara en su habitación. Quizás fue el sonido del viento, el frío de las sábanas y la soledad de mi juventud. Tenía además una enorme curiosidad por saber cómo terminaba el resto de la historia de la princesa rusa. Antes de resolver el último crimen me aventuré a celebrar una noche de bodas anticipada. Supo el narrador corresponderme con ternura, con cierto rubor y modales que ya no practican los hombres en el lecho. La diferencia de edad se hizo notoria tras la contienda, y mi galán se quedó profundamente dormido sobre la almohada. Fue entonces cuando descubrí con asombro la mancha de nacimiento que tenía en la nalga derecha. Era exactamente igual que el mapa de Australia y del tamaño de una mano pequeña.
Cuando desperté, el escritor ni estaba ni existía. Tampoco el viejo reloj de bolsillo que había dejado la noche anterior en la mesilla. Los dos abuelos me tomaron por loca. Salvo yo, juraron que nadie más estuvo alojado en la casa durante la noche. Desesperada le busqué por cada rincón, rastreando las huellas de pasos entre la nieve.
– Aquí los sueños son muy profundos, me dijo la alcaldesa.
Nadie ha entendido desde entonces mi obsesión por la literatura negra. Durante muchos años busqué su obra entre las novedades, sin encontrar pista alguna sobre las fechorías de una tetraviuda rusa. Por fin hallé, por casualidad, la novela en una librería de viejo. En la solapa venía la biografía del autor. Había nacido en Madrid en 1843 y tuvo algunos premios de reconocimiento literario durante el reinado de Alfonso XII.
El amante efímero de una noche invernal me dejó todo un continente de recuerdo, la geografía impresa de un atlas imaginario en la piel de nuestro hijo.
14 Comments
Una nueva figura del micro relato, ha nacido.
Aniga Rosa: me ha encantado, limmpio, directo, elegante y muy calido; a pesar de la foto y en frio invernal…, Australia es mucho australia!! Y no sigo para dar complemento a tu magnifico mico-relato. Guajuuu!!-
Un saludo.
Es un relato cálido en un ambiente gélido, una especie de juego entre la realidad y la ficción. Me dicen que a la escena de cama le falta chispa; demasiado del XIX.
Gracias amigo
Si antes de leerlo me hubieran dicho que era un relato de Poe, no lo habría negado. ¡Cuánta calidad en tan pocas palabras! Muchas gracias por deleitarnos una vez más.
¡Gran Poe! Un maestro de la intriga y del manejo de esa línea tan fina entre la realidad y la ficción. Volveré a leerle.
Gracias Pedro.
Qué bueno¡¡¡¡¡¡
¡¡¡¡Gracias!!!!!
Rosa, no dejas de sorprenderme… Un relato muy bello, como es habitual tus relatos están llenos múltiples matices, gran maestría.
El viernes pasado me acordé de ti, pase muy cerca de tu lugar de trabajo, pero como siempre ‘arre que es tarde’ estuve en CIMAS escuchando una comunicación sobre mi pueblo y de paso ‘dando la lata a los que mandan’ jjjjjj.
Un abrazo amiga.
Pues la próxima vez no hay excusa posible. Intenté ir a CIMAS a alguna charla que me interesaba, pero me hacía falta el código QR para pasar. Un contraste entre la robotización y la Naturaleza. ¿Cómo va tu escritura?
Un abrazo también para ti
Estimada bloguera, so pena de defraudarla por tropezar dos veces con la misma piedra, no queda otra que seguir alabando la riqueza literaria de sus relatos cortos. Cautivador, enigmático y sensual este último.
Comenta usted que le han comentado que quizás la escena de cama debería haber sido un poco más atrevida o subida de tono; pues no será este servidor de usted quien la desanime. Recuerdo dos de sus pasadas entradas, Las dimensiones del pudor y Orgasmo en mi bemol, en las que demuestra usted que datos empíricos y dotes narrativas no le faltarían para ello, no.
Per afegir una mica de «picant» a l’assumpte podria dir que si segueixo caient en la seducció de les seves innombrables encants… literaris o no, em temo que a aquest pas el meu rol en aquest bloc va a mancar de tot sentit.
Queda com sempre “platònicament”… o no, rendit als seus peus…
PD. ¿Mejor así?
Su rol en este blog es necesario. Una mezcla entre mosca cojonera y seductor Mañara. Aunque mucho me temo que tira más hacia Marqués de Bradomín. Promento más picante en la próxima. Gràcies.
Hola Rosa, me ha gustado mucho esta entrada.
Gracias Jesús. Más literaria. Un abrazo.
Que gustito, no dejas de sorprenderme, en cada línea. Que historias que cuentas,..me encanta!
Gracias Montse. Historias con alma. Un abrazo para ti.