El rifirrafe entre la reina consorte y su suegra ha despertado una enorme solidaridad hacia doña Sofía. ¿A quién se le ocurre hacerle tal agravio a una mujer mayor que quiere posar abrazada a sus nietas? No sabemos los intríngulis de palacio, ni si doña Sofía es una suegra metomentodo. Lo que sí conocemos es que gracias a las abuelas trotaconventos, la especie humana ha sobrevivido. Y si no se lo cree, siga leyendo.
En nuestro devenir por este polvo de estrellas, las mujeres siempre hemos tenido la clave. La abuela es un truco evolutivo de un alcance inimaginable; imposible haber perdurado sin ellas. En primer lugar, somos la única especie sobre la Tierra que reconoce como algo suyo a las crías de sus crías; lo que no es baladí. En segundo lugar, se puede confirmar que la menopausia, inexistente en otras especies, es el gran invento de la evolución humana. La esterilidad irreversible -años antes de llegar a la vejez- ofrece al grupo familiar mujeres sin cargas, y con una enorme experiencia en todas las faenas útiles de la vida. Imaginen a una joven madre de una tribu primitiva con una prole numerosa, que amamanta a su bebé mientras el padre anda de caza. La joven y sus criaturas son terriblemente vulnerables a todos los peligros. Pero ahí está la abuela al quite, con las banderillas preparadas. En esa cueva no entra ni Alí Babá, y mucho menos los cuarentas ladrones. Es más, aunque la joven madre muriera, si hay una abuela, la prole tiene asegurada la supervivencia. Esto es así desde que el mundo es mundo.
A las abuelas hay que hacerles, por lo tanto, una reverencia. Han sido imprescindibles para sobrevivir a las glaciaciones, a las climáticas y a las del alma. Son además maestras en estado puro: transmiten las habilidades, los secretos, las canciones, las fábulas y los sueños. Está más que demostrado que los niños que pasan tiempo con las abuelas son más sabios, más sanos y menos remilgados. Los achuchones y las croquetas caseras han hecho mucho bien a la humanidad.
Ahora bien, esas mismas abuelas, dulces y cariñosas con los nietos, ejercen también de suegras. Las reverencias y los besamanos ya no son suficientes; conviene dar un paso más. Desde el primer día hay que tirarse al suelo como el Papa, con los brazos abiertos y asumiendo con humildad su supremacía. Intentar competir con ellas es como querer ganar a Usain Bolt en los 100 m lisos. No se ha inventado, hasta el momento, máquina alguna que supere la visión de una suegra entrometida. Hacen un escáner de la situación en tres segundos y son capaces de detectar, a una distancia de cinco metros, la liendre en la cabeza de un nieto. Tienen además la habilidad de decir exactamente lo que quieren decir, sin tapujos. Sé por propia experiencia que cuando una suegra te dice: «te veo más repuesta», es que te sobran unos kilos. Como gordómetro no tienen precio. A una suegra le haces un test de inteligencia y supera la velocidad del sonido. Ante cualquier conflicto con ella hay que aferrarse a la ciencia, y recordar que está vigilando la cueva.
Entre las suegras más impertinentes de la historia está la Archiduquesa Sofía de Austria, la suegra de la emperatriz Sissi. Dicen las crónicas que la señora acompañó a la pareja real en su noche de bodas para asegurarse de la virginidad de la nuera, y que estuvo con ellos cada minuto de la luna de miel. Tal era su afán por controlarlo todo que en Austria se decía que la archiduquesa era «el único hombre de la corte«. En Zarzuela no sabemos lo que se cuece, pero ante la tesitura de tomar partido por la reina emérita o por la reina consorte, yo me declaro republicana sofista. Más que nada porque los griegos nos regalaron esa chispa de luz tan necesaria en el pensamiento.
Para cerrar esta entrada quiero compartir mi preocupación. Últimamente, tanto las suegras como las abuelas se nos están desmadrando. Yo llevo tres semanas detrás de mi madre para que le meta el largo a unos pantalones, y no hay manera. Cuando no está de conferencia, está en el café con las amigas, o tiene entradas para el teatro. Su vida social es más intensa que la de una embajadora de la UNESCO. Si sigue así, no voy a tener más remedio que aprender a coser.
Maldita evolución.
© Fotografía: Louis Faurer
Bibliografía: La cadera de Eva, de Jose Enrique Campillo Álvarez
Cortometraje ¡¡imprescindible!!: El Secreto mejor guardado, de Patricia Ferreira
20 Comments
La de la foto; ¿Es la suegra de Anasagasti?
Ja,ja,ja. No, es la mujer. La RAE define ese peinado como «emparrado» o «cortinilla». Ahí está la señora bien atenta para que no se le vaya un pelo al marido. Están en todo.
Gracias, Rosa, por una nueva perla. Y gracias, además, porque esta vez lo tomo tal si un regalo personal fuera, ya que a partir de hoy soy un año más sabio (ojalá)
Así que hoy lo he disfrutado doble, pues me has ayudado, también, a entender un poquito mejor a mi suegra. Y eso vale mucho.
A esperar el siguiente…
Pues ¡¡¡¡muchísimas felicidades!!!!!! Y me alegro que la entrada te ayude a entender a la otra parte, que a veces es muy difícil. Seguro que eres el sueño de toda suegra. Un fuerte abrazo.
Estimada bloguera, interesante su entrada sobre el primordial papel jugado por las suegras en el devenir evolutivo de la especie humana. Además me ha ayudado a comprender la sutil diferencia entre los “homo sapiens” y los “homo sapiens sapiens”. Seguramente los primeros (sapiens) fueron aquellos de nuestros antepasados (antecessors) que, a pesar de la evidente inteligencia (emocional o no) que ya poseían, todavía se atrevían a interpelar, eso sí sin acritud alguna, a sus parejas ante la presencia fisgoneadora y controladora de sus madres (las de ellas) en la crianza de los retoños de la pequeña manada; y los segundos aquellos que doblemente sabios (de ahí lo de sapiens sapiens) ante la llegada de las suegras (…) se retiraban a jugar a los roca-bolos a lo más profundo de las hogareñas cuevas… lo que hoy llamaríamos hacer mutis por el foro.
Pero si algo tengo que achacarle, cómo no, es su poca valentía expositiva al ensalzar las virtudes de la suegra de su pareja, o sea su madre de usted, pero dejando de lado cualquier referencia, ni siquiera amable, a su suegra de usted, o sea la madre de él. No faltará alguno que puntualice aquello de que el miedo es libre.
Queda una vez más a sus pies…
PD. Per cert, posats a triar entre personatges femenins de la reialesa espanyola, sens dubte jo em quedaria amb… Corinna
Querido homo. La mía es Usaín Bolt en estado puro. Comprenderá la razón por la que apenas la nombro……….Ni me atrevo
Sugestiva, como siempre, Rosa. Solo una matización, algo pedante: no somos la única especie con menopausia femenina. Varias especies de cetáceos la tienen. Eso sí: no sabemos mucho del comportamiento de las ballenas suegras con sus yernos y nueras…
Me encanta el dato. Las ballenas son pues las abuelas del agua. Había leído algo al respecto en «la cadera de Eva», pero tampoco lo dejaba claro. Me imagino a una ballena suegra enfurruñada y me entran temblores. Gracias mil y un gran abrazo.
Divertido, entrañable y muy bien escrito texto. Tu fina ironía es de las que «hacen gentes», como dicen en Graná. Gracias por tus inteligentes dosis de humor con sutil «retranca».
La ironía que no falte, y el humor menos aún. Era un reto difícil escribir sobre las suegras con cierta elegancia. La lengua se me iba en cada momento. Ha sido un ejercicio de pura contención. Un beso para ti.
Y digo yo: «mire usted que es valiente, atreverse a hablar de forma objetiva y con humor de este poder oculto o manifiesto de la Naturleza, como es el de LA SUEGRA. Dicho esto continuo con mi comentario, amiga Rosa.-
La naturaleza confirma tu estupendo escrito sobre las abuelas-suegras ; ahí tenemos dos ejemplos palpables que, lo ratifican y me refiero a dos animales punteros en este arte; como són el suricato y el elefante, dos verdaderas matriarcas. Me uno a tu reverencia y apoyo hacia las verdaderas artifices de la coninuidad de las especies y por poner un ejemplo en mi propia persona, recuerdo a mi querida Elisa( mi suegra, la madre de mi costilla y abuela de mis nietos) cuando me dijo mirandome a los ojos y con lagimas en los suyos,.» cuida de mi niña» ; desde aquel dia son palabras biblicas para mí.
Magnifico escrito. Me gustó .
Querido Antonio,
Lo que realmente quería decirte tu suegra es: «como le hagas algo malo a mi niña, te mato». El lenguaje «suegril» es así de sutil. Las elefantas, me encantan; pero las suricatas tienen una mala leche, que no las quisiera de suegras. Un brindis por doña Elisa y por ellas, las abuelas. Un abrazo.
Hola a todos los fieles seguidores de este meritorio blog científico-literario. Cumplida la fase “pelotera” creo que puedo pasar a una segunda un poco más crítica.
Cierto, tal como apunta uno de sus replicantes, que Rosa María no se ha atrevido ni a mencionar a su suegra, Doña Encarna, quizás porque la muy rencorosa aún se acuerda de la anécdota que, con el permiso de ustedes paso a relatar porque si de ella dependiera…
Durante una cena navideña en la que una numerosa caterva de “cuñás” desplegaba sus más sutiles habilidades para ganarse, ante la mirada expectante e inquisitoria de la suegra, el dudoso apelativo honorífico de “cuñá favorita” de la familia; a nuestra querida Rosita, como la llaman sus “cuñaos”, no se le ocurre otra cosa que, alzando su copa, dedicar un encendido brindis por Doña Encarna, la suegra allí de “cuerpo presente”… Gracias a los rápidos reflejos de mis hermanos, que con gestos notorios y evidentes me indicaron que alejara de las inmediaciones de Rosita la botella de vino ya de por sí bastante menguada, la cosa no pasó a mayores… O eso creíamos porque, como si de eurovisiva participante española se tratara, a ojos de su homenajeada suegra su ranking familiar alcanzó la más oscura de las profundidades. Vamos, que quedó la última.
En su defensa decir que, como ya se ha comentado en otras ocasiones, es por estos detalles por los que tiene la rara habilidad de hacerse querer.
Bien es cierto que, desde ese día, perdí posiciones en el ránking de nuera. Ahora bien, la culpa no fue mía sino de ese maldito vino peleón que nos ponéis a las «cuñás» . Yo por doña Encarna doblo la espalda hasta tocar el suelo con la nariz, en una reverencia infinita. No tengo ni un «pero» que ponerle; más me vale…………
jjjjjjj para aquellas que sois mamas de niños ya sabéis… a mi me ha tocado cuidar de la suegra con una demencia… así que se multiplica por mil . Rosica me encanta leerte, yo estoy con mi TFG en la recta final , voy a la faena . besicos
Mucha suerte preciosa con ese TFG. En cuanto te liberes un poco, estoy deseando leer algo tuyo. Y sigue pendiente nuestro encuentro…… Un abrazo.
Gracias por la reivindación de nuestro estatus. El papel de suegra ideal se me resiste un poco aunque persevero pero en el de abuela te aseguro que estoy metida hasta las trancas. Yo no sé si somos fundamentales para la continuidad de la especie pero te aseguro que los nietos, con su amor incondicional , perpetúan la de los abuelos. Es maravilloso tener la oportunidad de ejercer de abuela. Besos Rosa
En el papel de suegra no hay que perseverar. Son los yernos y nueras los que han de currárselo. Tú persevera y disfruta el de abuela, que ya habéis trabajado bastante. Sin cambiar. Un abrazo fuerte para ti y tus nietas.
Llego tarde a leer tu texto y como siempre, me encanta. Ya ves, mi hija treintañera se posicionaba a favor de la Leti y yo a favor de la Sofi. Será cosa de las neuronas espejo.
Ya había leído sobre la ventaja evolutiva de la abuelitud (femenina). Y te cuento que en tiempos no muy antiguos era tradición en las familias saharauis que el primer hijo de una mujer, que solía tenerse en torno a los quince años, fuera para la abuela materna. Así quedaban garantizados los cuidados para el pequeño, y el aprendizaje de la joven madre. Y también un seguro para la vejez de los entonces jóvenes abuelos.
Sigue, Rosa.
No tenía la menor duda que tu hija se posicionaría por la Leti, ya me la estoy imaginando. Genial lo que cuentas de las tradiciones saharauis. El primogénito para la abuela, y la joven madre a tomar nota. Son costumbres que tienen una razón de ser en un pueblo nómada como el saharaui, donde la supervivencia era primordial.
Respecto la Sofi, tampoco me cabe ninguna duda que eres igualmente una republicana sofista. Beso enorme para tu tribu y la jefa.