Escrito por: Luís Carcavilla Urquí
Tengo un amigo que dice mirar poco Internet, pero que cada vez que entra en la página web de Desnivel ve la noticia de que nos vamos al Dhaulagiri (8, 167 m). Y no le falta razón: esta es mi quinta visita, la tercera de Carlos Martínez, la sexta de Luis ML Soriano y la octava de Carlos Soria. Haciendo cuentas, y si acumulo todos los días que he pasado en este campo base, es la tercera residencia de más duración en la que he vivido desde que tengo uso de razón, lo que no sé si dice cosas buenas o malas de mí. El caso es que aquí estamos de nuevo, como un «deja vu», al pie de esta montaña que, sin ser muy difícil, a nosotros nos está resultando particularmente correosa y esquiva.
El Campo Base se ubica sobre el glaciar, en una zona de hielo cubierto de piedras. Una de las veces que vinimos, al llegar a este lugar, el enlace con nuestro patrocinador no pudo evitar las lágrimas. Pero no, no fue de emoción: todo lo contrario. Su experiencia anterior había sido en el Annapurna, y se pensó que todos los campos bases eran planos, bonitos y con hierba… La visión de esta escombrera gigante, mitad hielo mitad roca, muy inclinada, con grietas y, sobre todo, la expectativa de pasar 45 días en este erial, fue mucho para él. Y se derrumbó. Y eso que no sabía que según pasan los días la cosa se pone mejor: el glaciar se mueve y el hielo se funde, de manera que las tiendas quedan colgadas sobre unas plataformas irregulares en las que el desprendimiento es un final más que posible. Además, la superficie sobre la que se apoya la tienda se hace cada vez más pequeña, de manera que el espacio dentro también es cada vez más reducido. Es como vivir en una casa menguante. Pero también tiene cosas buenas: de repente, un día te puedes encontrar un par de calzoncillos limpios o unas galletas intactas en uno de los pliegues de la tienda, como reminiscencias de una época en la que la tenía su superficie original.
Cuando este año llegamos al campo base, el cocinero nos dio la única regla de nuestro nuevo hogar: this side, drinking; this side, piss. Bien, ya sabíamos hacia qué lado había que mear. Porque las tiendas se alinean siguiendo la cresta de hielo, así que el campo base se extiende como una hilera de mayor o menor longitud según la «ocupación». Y claro, lo que haga alguien aguas arriba es lo que recibe el que esté más abajo. La alarma saltó un día que vimos a uno equivocarse de lado: la confusión entre izquierda y derecha no es exclusiva de los españoles. Tras una corta reunión socio-sanitaria, quedó aclarado el tema. Hemos llegado a estar solos en este campo base, pero también hemos estado con más de 200 personas, así que planificar los temas higiénicos es importante.
Este año seremos unas 60 personas en el Campo Base entre nepalís y extranjeros. Bastante bien avenidos, por cierto, especialmente desde que se fue un rumano con aires de estrella del rock & roll (esa es otra historia…). En la posición más septentrional y, por lo tanto, más altos en la hilera, se ubican los 4 granaínos. Acudo con frecuencia a visitarles, pero no soy el único. Resulta que, al ser los primeros en el extremo, junto a ellos suelen acampar los trekkinistas que se acercan por aquí, generalmente parejas o grupos muy reducidos. Tan reducidos como sus provisiones, pues cuando llegan aquí han tenido que cargar con todo su equipaje desde hace un par de semanas y, generalmente, ya nos les queda mucha comida. Así que el campamento andaluz es una especie de casa de acogida de trekkinistas errantes… y hambrientos. Y además les tienen que explicar lo de izquierda y derecha. Han preparado 60 litros de cerveza artesanal con agua del glaciar. Es un brebaje infernal con ciertas reminiscencias a lo que podría ser cerveza que guardamos para celebrar la cumbre, porque lo que tengo seguro es que, o es con la euforia de haber escalado la montaña, o eso no se lo bebe ni dios.
La siguiente en la hilera es la expedición asiática, formada por un coreano, una china y un taiwanés. El coreano ha tenido la feliz idea de traerse una flauta para aprender a tocarla. Hasta ahí bien, el problema es que ha elegido como horario de ensayos justo después de comer. Sí, en plena siesta. Y no os creáis que es una flauta travesera o algo digno similar, es la típica flauta de todo a 100 que te enseñan a tocar en el colegio. El repertorio: Barcarola, Jingle bells, Greensleeves… vamos, infumable. Pero yo creo que ha recurrido a la flauta para no escuchar a su compañera china: una chica muy maja, muy divertida pero con una incontinencia verbal inusual a casi 5000 metros. A nivel del mar debe ser brutal. Es una metralleta hablando. Nunca había visto a nadie decir tantas palabras por minuto y durante tantos minutos. El otro día vino a vernos y se fue dos horas después sin haber dejado ni 10 segundos de silencio entre medias. Aturdidos, le dijimos que viniera cuando quisiera, pero la verdad es que cuando vemos que se acerca a nuestra tienda nos callamos todos para que piense que no estamos y se vaya. Es un poco cobarde, lo sé, pero nuestra supervivencia está en juego. El taiwanés está todo el día riendo (pensamos que se toma algo) y muchas mañanas aparece bailando solo en la puerta de su tienda (rectifico: se toma algo, seguro). Eso, o lo de la charla compulsiva de la china ya le ha dejado tocado.
Los siguientes somos nosotros, alternados con un polaco, un médico serbio muy simpático y un japonés. El nipón está jubilado y su objetivo es subir hasta el campo 1 o quizá 2 de la montaña y, de paso, buscar mariposas. Sí, mariposas. Para mí que este no es el mejor lugar, pero el experto es él. Y a juzgar por la sonrisa eterna que luce, no se le debe estar dando mal lo de las mariposas. Eso, o toma lo mismo que el taiwanés.
Más abajo está otro grupo grande formado por 12 personas. El fuerte son españoles, chilenos y mejicanos, así que el español es el idioma más hablado del campo base después del nepalí y cutre-inglés que manejamos todos. La particularidad de ese campamento es que una perrita les siguió durante el trekking y aquí está. Posiblemente pase más frío aquí que en su pueblo natal, pero seguro que come mejor y está más atendida. El único problema es que las noches la alteran y se lía a ladrar como una loca. Los ladridos resuenan por el glaciar y hacen muy animadas las noches, aunque hace unos días que no la oigo.
A todo este personal hay que sumar unos 15 sherpas y otros tantos nepalís dedicados a las cocinas. El mejor es nuestro cocinero. Lo de los fogones no se le da muy bien, pero es muy divertido y baila muy bien y, ¿quién quiere un buen cocinero teniendo un showman de primera? Todos los días en la cena, el “Rey del rebozado” (no es una exageración, nos ha llegado a rebozar mango en almíbar) nos trae sus «delicatesen» ante la estupefacción general, pero luego nos canta tres cositas y nos hace un baile y, como somos gilipollas, se va ovacionado. Siempre decimos que nunca más, pero noche tras noche nos engaña.
Y claro, entre tanto personal y tanto tiempo, se generan situaciones singulares. Hay gente que empieza a perder los nervios porque el tiempo pasa y a este paso no llega a la comunión de sus hijos; los sherpas hacen tiempo jugando a las cartas y alguno ya ha perdido el sueldo de toda la expedición (hay un submundo de juegos de azar que se nos escapa…); uno de nuestros sherpas ha tenido una lesión en el pie y el médico ha tenido que luchar no solo contra la infección, sino también contra los cuidados alternativos de una especie de chamán que todo lo cuida con un aceite mágico (por cierto, que el otro médico que hay en el campo base, al ver el pie del sherpa se limitaba a decir: “Uyyyyyyy, que mala pintaaaaaaa” y se largaba); un alpinista se ha dado cuenta de que sus botas no están bien y lleva 5 días buscando, como si fuera Cenicienta, una bota que encaje en su pie (al final se la ha comprado al sherpa lesionado que, a su vez, se ha jugado el dinero a las cartas y creemos que se ha gastado el resto comprándole sustancia al taiwanés); con el paso del tiempo la comida va escaseando y la calidad de los menús también (y eso pone muy muy nervioso al personal, y para mi que la perrita se ha olido el percal y por eso se ha largado, porque para comer peor que en casa se vuelve), y estamos engordando de tanto comer rebozados pero no nos importa porque cada noche tenemos un show nuevo..
Y poco más. Estamos todos a la espera de que el buen tiempo llegue y podamos intentar la cumbre. De momento, a corto plazo, el objetivo es entrenar, seguir equipando la montaña, dar esquinazo a la china y robarle la puta flauta al coreano antes de que haya una desgracia. Porque entre unos y otros, lo de descansar aquí se está volviendo muy complicado…
Web y fotografía: La taiwanesa con incontinencia verbal. Expedición Dhaulagiri 2018 IFEMA-Carlos Soria. http://www.ifema.es/dhaulagiri18_01/expedicion/index.htm
14 Comments
Genial!!
No he parado de reír desde el comienzo, que bien os sienta el mal de altura, eso de hiperventilar el pulmón os pone la mar de cachondos; muchas gracias por tan refrescante entrada( será el glaciar, ha sido un placer el leer esta maravilla y acto seguido pensar»coño» pues ni estoy tan mal aquí junto al mar. Disculpa mi humor y hablando en serio , suerte, buen tiempo y al toro que es una mona.
Delicioso el escrito. Mi enhorabuena con independencia de alcanzar la cima.
El autor es Luís Carcavilla Urquí, compañero de trabajo y un montañero de primera. Me parecía tan magnífico que le pedí compartirlo en el blog. Luís es además un divulgador científico de categoría y un gran escritor. TODO EL MÉRITO ES EXCLUSIVAMENTE SUYO.
Un abrazo
Jajaja.
La verdad, Rosa, es que no dejas de sorprenderme. Ni por asomo imaginaba esta otra faceta tuya. Y ya he perdido la cuenta de cuantas van…
En fin, disfruta de tu hobby, que de eso trata nuestro tránsito por este valle de… ¿lágrimas? De eso nada… ¡de risas!. Sobretodo si tu nos amenizas el viaje con tus historias.
Un abrazo
Antonio. Me temo que ha habido una confusión que ahora corrijo poniendo en la cabecera su verdadero autor: nuestro compañero Luís Carcavilla Urquí. Su crónica es pura realidad. Acaba de regresar de la expedición al Dhaulagiri y le pedí permiso para colgarlo. El texto es 100% suyo. Pido mil disculpas si ha parecido de mi autoría, todo el mérito es de Luís.
Un besote.
Estimada bloguera, le felicito por la aportación de esta hilarante historia de su amigo geólogo y alpinista, Luis Carcavilla, en la que con exquisito gracejo narrativo nos hace sentir como propias sus tribulaciones a la hora de intentar convivir con el resto de trekkinistas en su particular “camarote de los Hermanos Marx” en el campamento base del Dhaulagiri.
El genial e irreverente Groucho Marx hubiera disfrutado con la visita de este variopinto elenco de personajes a su ya de por sí abarrotado camarote, y seguro que al campechano cocinero nepalí, el Rey del rebozado, le habría pedido que incluyera en el menú del día, cerveza artesanal con agua de glaciar… y también dos huevos duros!
El nostre agraïment a la generositat del seu amic per compartir les seves experiències vitals (aquests «gayumbos» al fons de la tenda de campanya), I a vostè per fer-nos passar tan bones estones.
La verdad es que el Rey del Rebozado es un personaje literario de primera. Lo cotidiano en un campamento base de montaña sería carne de novela. Habrá que preguntarle a Luís si finalmente probó la cerveza glaciar de los granaínos y que nos relate algo más del showman nepalí. Me muero de curiosidad.
Una abraçada
Queridisima Rosa:
Magnífica la entrada de tu amigo y también magnífica decisión la de compartir tu blog con tu colega; que por cierto, opino como tu. Me recuerda el dicho zen.- » como cuando tengo hambre, duermo cuando tengo sueño»; claro que en esta ocasión : ni como ni duermo, entre el flautista de Amelia y el del «enribuzado» jajajá …genial por tu amigo Luis Carcavilla.
Gracias Antonio. Es un placer haber traído a Luís Carcavilla a estas letras y disfrutar de un buen rato de risas y humor, que tanta falta nos hace. Un fuerte abrazo para ti.
Me ha encantado el artículo. Rebosa humor. Mi enhorabuena a Luis por compartirlo y a ti por tu blog.
Gracias Ramón. Qué bien sienta una buena dosis de humor de vez en cuando, y ver las cosas desde otra perspectiva. Luís lo borda. Un abrazo.
Una pasada de artículo. Me estoy leyendo su libro de Montañas que me recomendaste y también es genial.
Gracias Rosa por compartir.
Gracias a ti Jose Antonio por tu disposición. Disfruta de la lectura y el aprendizaje de la mano de Luís Carcavilla. Un fuerte abrazo.
Ciertamente, lo he disfrutado de principio a fin (incluidos los comentarios, por cierto: aquí también hay material de primera)
Enhorabuena a Luis (no he tenido ocasión de preguntarle si finalmente lograron coronar, y ya no podré hacerlo hasta que regrese de su nuevo viaje, a la otra punta del mundo) por su escrito, que más que rebosar, «reboza» humor. Lo del mango en almíbar rebozado no tiene precio, digno de Masterchef por lo menos.
En fin, que seguimos a la espera de la próxima entrega. Rosa, no tardes, por favor.
Un abrazo a los autores, y otro a los lectores
Sí, reboza humor por los cuatro costados. Creo que finalmente no pudieron coronar por el mal tiempo. Ya nos contará. Por lo pronto, nos ha traído una buena crónica plagada de risas. Espero que consiguieran darle esquinazo a la china y robar la maldita flauta.
Pedro, un fuerte abrazo para ti.