Los periodos geológicos no se definen al tuntún; se delimitan por acontecimientos catastróficos que tuvieron una impronta notable y extendida sobre el planeta: cambios climáticos severos, actividad volcánica intensa, alteraciones atmosféricas y, muy especialmente, grandes extinciones biológicas. Un ejemplo bien conocido es la desaparición repentina, masiva y generalizada de los dinosaurios, que dio por cerrado el periodo Cretácico para dar paso al Paleógeno. De repente, de un estrato a otro, habían desparecido de la faz de la Tierra el 75% de las especies, entre ellas también los ammonites, pequeños submarinos helicoidales que poblaban las extensas llanuras abisales.
Tras dos horas de conducción, llegué a la bellísima localidad de Gubbio (Italia) para conocer de primera mano el afloramiento donde Walter Álvarez definió el Límite Cretácico-Paleógeno: un estrato altamente enriquecido en iridio que soporta la teoría del impacto de un gran meteorito como causa de la extinción de los dinosaurios. El iridio es un metal muy raro en la corteza terrestre, pero abunda en los cuerpos del espacio. Yo me esperaba algo espectacular, un afloramiento fluorescente con chispas de colores, pero me topé con un triste y feo nivel de calizas, del color de la caca reseca. En muchas ocasiones la Ciencia carece de glamour. No obstante, en su composición geoquímica estaba la huella del crimen, esparcida también en otras capas de la Tierra.
Hace apenas 11,700 años (un pestañear en la historia geológica) comenzó el Holoceno, el último periodo geológico que puso fin a la Edad de Hielo. Los glaciares, que cubrían gran parte de la superficie terrestre, se retiraron al abrigo de un clima más cálido, para dar paso a grandes praderas y extensas llanuras fluviales. El calor y el abundante pasto hicieron florecer a los mamíferos y el Homo sapiens, greñudo y cabezón, comenzó su hilarante carrera para adueñarse de todo cuanto tenía a su alcance…Y mucho más.
Los datos científicos de nuestro paso por este planeta son ya demoledores:
- Vamos de cabeza hacia la sexta extinción, con tres cuartas partes de las especies amenazadas. La defaunación y deforestación global es un hecho.
- Hemos transformado el 75% de las tierras no cubiertas por el hielo, convirtiéndonos en un agente geomorfológico de primer orden.
- Nuestras emisiones han alterado la composición de la atmósfera, lo que tiene consecuencias a escala planetaria.
- La basura que producimos llega al último rincón de mares y montañas, y orbita ya por el espacio.
En este panorama desolador, el premio Nobel de química –Paul Crutzen- acuña en el año 2000 un nuevo periodo geológico: el Antropoceno, la Edad de los humanos. Los geólogos arman la Marimorena. ¿Le damos nosotros nombre a los elementos de la Tabla Periódica? Comienza así un debate interesantísimo aún por resolver. ¿Es la huella humana imborrable? Hay expertos que afirman que la erosión y el tiempo no dejarán ni rastro de nuestra existencia, y que somos unos engreídos al pensar que las capas sedimentarias guardarán secuela alguna de nuestro paso. Los más piensan que sí, que la especie humana ha generado ya una ruptura universal en el registro geológico. Pero ¿Cuándo? ¿En qué momento comienza el Antropoceno? De nuevo, se abre un abanico de opiniones que me permito agrupar en las siguientes:
- Comienza en el Neolítico, cuando se retiran los hielos y se caldea el clima, lo que nos permite asentarnos, cultivar la tierra y domesticar las especies.
- Comienza en 1784, con la invención de la máquina de vapor. La Revolución industrial inaugura el uso generalizado de los combustibles fósiles y las emisiones de carbono a la atmósfera.
- Comienza en 1945, con las primeras pruebas nucleares que dejaron un marcador radioactivo sobre la superficie terrestre. Isótopos para la guerra y la Tierra.
La Ciencia se escribe en masculino, y a ellos les gustan las hecatombes y las epopeyas de tinte homérico. Inventan palabras a las que luego temen. ¿Y si pensamos de otra manera? Una lingüista de la Accademia della Crusca (la RAE italiana) nos explicó el otro día cómo surgió el lenguaje: al hacernos bípedos, la hembra quedó a un nivel más elevado que sus crías, a las que ya no podía olisquear, hociquear y reconducir con la cabeza. Se abre así una nueva forma de comunicación a través de la voz. Quizás aquella primera palabra maternal fuera de amor, o tal vez un «niño tira para la cueva que me tienes harta». En cualquier caso, esa primigenia voz de mujer sigue deambulando por el Universo, porque los sonidos son infinitos y perduran en el tiempo.
En ese momento, para una servidora, se inicia el Antropoceno.
©Fotografía: La Mano de la Armonía del escultor chileno Mario Irrazábal (en Corea del Sur)
20 Comments
Estimada bloguera y novel novelista con trazas de Nobel.
Como homo sapiens perteneciente al “sexum masculinum” me veo en la obligación de pedir perdón por no estar a la altura de mi género dentro de mi especie (¿hombres sabios?), aunque quizás sí se me podría incluir en su escalón anterior de primate, pues he de reconocer que no me ponen para nada las hecatombes y epopeyas de tinte homérico, sea lo sea lo que eso signifique (recuerden que me quedé en lo de primate).
Pero por si esto ayuda un poco a mi rehabilitación tengo que confesarle que su original versión de los periodos geológicos me parce sencillamente genial y desternillante. Además puedo aportar una prueba que añadirá un granito más de arena al proceso científico de sus teorías.
Recuerdo en mi más tierna infancia, en la transición de mi estado de cuadrúpedo a bípedo, estando yo apunto de agenciarme una porción del delicioso pastel que tan ingenuamente mi adorable madre había dejado al alcance de este pobre infeliz, cuando oí aquella no sé si maternal pero desde luego sí fulminante voz: ¡Ni lo intentes renacuajo!
Fue en ese preciso instante, al observar a mi madre zapatilla en ristre, que a pesar de su más que consolidado estado bípedo no había aún perdido del todo sus facultades olfativas, cuando para un servidor empezó su particular Antropoceno.
PD: Para quien quiera comprobarlo, neo negacionistas de la emergencia climática incluidos, puedo asegurar que aquella “huella humana” permanece “imborrable” en mis posaderas…
Sempre agraït als seus divertides i instructives històries.
El lanzamiento materno de zapatilla también puede ser un buen comienzo del Antropoceno. Las epopeyas de señores con arcos y flechas os pirran, incluso a usted. Lo se de buena tinta…..
Me ha encantado tan clarividente explicación,?incluido por supuesto ese “niño tira pa casa que me tienes harta”, dicho muy tuyo , cosecha ”made in Rosa”.
Mire usted por dónde vengo a enterarme de mi nuevo y flamante origen con respecto al periodo geológico en el que estoy encuadrado y además que, puedo elegir entre los cuatro que nos presentas; me hacia mucha ilusión el haber nacido un par de meses después del lanzamiento sobre Japón de la primera píldora atómica, pero me mola más el cuarto que tú, con tu agudeza femenina, nos presentas; así que me decanto por la era de la zapatilla, que nos trasladas con tu magnífica frase de “tira pa la cueva niño” ja ja ja, no puedes remediar tu buen humor ni con los serios temas científicos..
¡Definitivo! Ni Antropoceno ni leches: la Era de la Zapatilla. Pues mira tú, Antoñito, que la versión de la huella nuclear es la que más tirón tiene. Por un par de meses no has vivido dos periodos geológicos. Un abrazo.
Pues tengo una teoría y según esta, si que he vi vido en dos períodos geológicos; mi teoría es que la diurna de mis “zapatillazos “ ya me tenia a buen recaudo en mi primera cueva, su bendito vientre, por lo que compartí unos siete u ocho meses del periodo anterior. Ja ja ja ; misterios de la vida,
Un abrazo, querida amiga.
Eres pues Holocénico y Antropocénico con alpargata……
Te lo sabes tooo?
Pues yo me apunto al Neolítico como punto de partida. Incluso me parece que la cosa ya venía de antes. Esos cazadores-recolectores colonizando nuevos terrenos tras los grandes mamíferos o siguiendo a la megafauna en su retirada hacia el Norte …
Indudablemente el Neolítico transformó y domesticó el paisaje. A partir de ese momento, comenzamos a tener consciencia de la pertenencia de la tierra como título de propiedad. Gracias Rubén por tu apunte.
Neolítico, Industrial, Atómico o «Zapatillítico», da igual. Me temo que, al paso que vamos, esta era geológica va a ser la más breve del calendario. Al tiempo… geológico, claro.
Muy buena mezcla de ciencia y humor, muy fino el hilado. Ya estamos impacientes por leer la siguiente entrega.
Gracias, Rosa, y feliz año. A ti, por supuesto, y a todos los corresponsales.
Gracias Pedro.
Sí, coincido contigo que nuestra era será corta. La Tierra nos sacudirá un buen día. De esta entrada ha surgido una propuesta de nombre: «el Zapatillítico», que se inició con la primera madre…..
Un abrazo.
Antropocena, la Era de los Humanos. yo creo que me apunto a la nueva era, la Rosacena, mi mundo es otro mundo desde que te cruzaste en mi camino, genia, que eres una genia, vas a pasar a la historia como Leo DaVinci, mujer del Renacimiento.
Eres única, Coco. Tú sí que eres una genia que todo lo transforma en bondad y generosidad. Somos las mujeres de un tiempo mejor, que nos permite airear nuestras ideas y conocimientos. Ya estábamos ahí, solo que no se nos veía. Un abrazo enorme a mi hada madrina.
Así es, estábamos , estamos y estaremos¡¡ pero compartiendo siempre.
Querida Rosa María; Ahí va alguna de mis reflexiones de esta moda del Antropoceno. Para mí no es más que una muestra más del antropocentrismo del hombre. Me asombra lo ilusos que somos. Siempre mirándonos el omligo. Primero fue creerse ser el centro del Universo. El terruño en el que vivíamos y vivimos, aun siendo plano, era el punto central del Universo,alrededor del cual giraban el resto de los cuerpos celestes. Poco después, conforme fuimos avanzando en el conocimiento del Universo descubrimos que nosotros formábamos parte de un sistema formado por planetas, una estrella «gigantesca» y una luna y dedujimos que no todos los cuerpos celestes giraban a la misma velocidad alrededor de nuestro terruño, pero seguían girando a nuestro alrededor. Pero a algún desaprensivo se le ocurrió pensar que era la estrella gigante, el sol,, el que era el centro de ese sistema al cual pertenecía nuestro terruño, sistema alrededor del cual giraba el resto del universo. Aquél desaprensivo fue denostado durante mucho tiempo, hasta que el avance del conocimiento del universo le dio la razón.
Y poco después dejamos de ser el centro del universo para convertirnos en un minúsculo sistema situado cerca del extremo del brazo de una galaxia entre millones de galaxias dispersas por todo el universo (y a saber si éste es el único universo…)
Igual pasó con la Tierra a la que creíamos plana, a pesar de que muchos científicos la creían esférica, simplemente porque la percibíamos plana, hasta que se pudo demostrar que era esférica (bueno, más o menos).
Ahora estamos igual con el Antropoceno. Nos estamos adjudicando ser la causa de una hecatombe global que marcará el fin de un período geológico. Menudos optimistas, mucho antes de que pueda ocurrir nada de eso, la madre Gaia dará un estornudo y nos hará desaparecer, pero no porque nosotros le provoquemos el estornudo, sino por cualquiera de una multitud de otras causas. Qué presunción darle el nombre de Antropoceno a unos miles de años de presencia del hombre sobre la Tierra, de los cuales apenas quedarán unos centímetros de estrato en el registro geológico de dentro de unos millones de años.
Sin ninguna duda me inclino más por el nombre «Zapaticeno» que es más sonoro y, además me recuerda a mi madre.
Besos, Rosa.
¡¡¡¡Adjudicado Zapaticeno!!!
Magnífica síntesis la tuya de lo cerriles y ególatras que somos. Es difícil hacer valer esta visión geológica del tiempo y el espacio, en una sociedad culpable que permanentemente busca la salvación. Seremos eso: un estrato insignificante con basura antropocénica. Inauguramos el clan del Zapaticeno. Gracias Paco.
¡Viva el Antropoceno no antropocéntrico ( que sería algo así como un No-Antropoceno, o un No-cumpleaños de Alicia en el País de las Maravillas). ¡Qué» panzá de reír se tienen que dar las galaxias, las eras y periodos geológicos, las células eucariotas, las amebas y «Nautilus», por no hablar de las bacterias y otras miasmas de nombres impronunciables, cuando nos vean tan narcisistas, ególatras, «sapiens» y «subidos»!
Y es que parece que sin mandar, dominar e intentar controlar no somos nada. Listillos espabilados, eso es lo que somos. Y así nos va. Pero, a lo mejor, algún día ganarán los buenos, inteligentes y sensibles . Los que se hacen responsables de sus palabras y sus actos. Los verdaderos humanos interesantes (incluidas madres con zapatilla). Los que hacen esta vida vivible y deseable a la necesaria escala humana. Gracias por tu antropocénica y femenina entrada.
Querido Rafa:
Los buenos, inteligentes y sensible ya nos hemos apuntado al «Zapaticeno», en honor a todas esas madres anónimas que, desde el Mioceno superior, reconducen como pueden a esta especie de miasmas (¿¿¿o «miarmas»??).
Un beso femenino para ti.
Aunque suelo mantenerme al margen, debido al gran interés suscitado por tu peculiar datación y reclasificación de las eras geológicas, me sumo a las reivindicaciones de los replicantes, que inspirándose en la anécdota de la zapatilla materna mencionada por uno de ellos, han tenido a bien rebautizar esta era geológica en la que nos ha tocado vivir como la del “ZAPATICENO” en honor, como muy acertadamente tú misma señalas, de todas nuestras madres a las que nunca quedaremos suficientemente agradecidos por todos los desvelos que siempre mostraron para con sus adorables retoños. A pesar, no seamos rencorosos, de sus recurrentes: ¡Qué hartica me tenéis, ganas tengo de perderos a todos de vista!
También agradecer que ante la ola de “malismo” que nos invade por doquier, dejando a los incautos Hermanos Malasombra a la altura del betún, alguien se atreva a reivindicar a los seres humanos… buenos, inteligentes y sensibles que, responsables de sus palabras y acciones, intentan hacer esta vida más solidaria y deseable a nuestra –modesta- escala humana (sic). ¡Magnífico!
Besitos
Gracias Benito del Zapaticeno. Somos muchos más los buenos, solo que a los otros se les ve más. No obstante, empieza a ser necesario un meteorito de los grandes, que nos asuste una «mijilla», para recordarnos quién manda aquí. Un abrazo.